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798 FRANCISCO IGLESIAS de la historia) las fecundas semillas que los padres conciliares, nutri- dos por la Palabra de Dios, sembraron en la tierra buena” 9 . “Con el Grande Jubileo la Iglesia ha entrado en el nuevo milenio con el evan- gelio en las manos, aplicado al mundo actual, a través de una acredi- tada relectura del Concilio Vaticano II. Justamente el papa Juan Pablo II ha indicado el Concilio como “brújula” para orientarse en el vasto océano del tercer milenio. E incluso en su testamento espiritual ano- taba: “Estoy convencido de que todavía por mucho tiempo las nuevas generaciones podrán aprovecharse de las riquezas que el Concilio del siglo XX nos ha prodigado”. Por tanto, también yo quiero afirmar con fuerza la decidida voluntad de proseguir en el empeño por apli- car el Concilio Vaticano II... Con el pasar de los años, los documentos conciliares no han perdido actualidad; es más, su doctrina se revela particularmente apropiada a las nuevas necesidades de la Iglesia y de la presente sociedad globalizada”. El secreto está, sobre todo, en “tener siempre vivo el espíritu del Concilio Vaticano II..., leído y aceptado con una justa hermenéutica...” 10 . Ahora bien, una justa hermenéutica del Concilio debe tener como punto de referencia el máximo respeto a las reales intenciones de los padres conciliares, no, prioritariamente y sin más, a la menta- lidad y a las intenciones preconcebidas de los lectores. Si el Concilio, por ejemplo, ha decidido no pronunciarse unilateralmente sobre ciertas opciones diversas o alternativas a propósito de una cuestión determinada –lo que sucede no pocas veces– su verdadera inten- ción, y por tanto la más objetiva clave de lectura del mismo, es dejar abierto el problema a nuevas investigaciones, que podrán aceptar o no las opiniones que estaban entonces en juego (se apelliden “neoes- colásticas” o teológicamente “nuevas”, de continuidad o de rotura, etc.) o a otras soluciones aún no entrevistas. En casos así, es obvio que no puede calificarse como “justa hermenéutica” el apoyarse en el nombre del Concilio y en determinadas opiniones que se limita a recoger –que respeta, sin hacerlas sin más suyas– para izar bandera en pro de uno u otro de los bandos teológicos en liza. Lo prudente es tratar de descubrir, en cada caso, la “mens” de los padres concilia- 9 GIOVANNI PAOLO II, “Primo radiomessaggio, 17.10.1978”, en Insegnamenti di Giovanni Paolo II, I 1978 (Città del Vaticano 1979) 14s. 10 BENEDETTO XVI, “Messaggio alla Chiesa universale, 20.04.2005”, en Inse- gnamenti di Benedetto XVI (Città del Vaticano 2006) 9s. 1023s. . r s r c e a i c a c t c g t f s e c y 4 c
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