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784 MANUEL LÁZARO PULIDO 3. CONCLUSIÓN Hemos visto como la conocida tesis de L. Feuerbach de que la esencia del hombre, lo que es, su significado, se proyecta en la esencia de Dios y de que por ende la esencia del cristianismo es la esencia del propio hombre, incluye una afirmación en la que desde la esencia del hombre se puede conocer la esencia de Dios. Si bien en el materialismo de Feuerbach Dios se reduce a ser una proyec- ción del hombre. La aseveración del filósofo alemán apuesta de forma implícita por una concepción expresiva del hombre de gran tradición que subraya el conocimiento metafórico y analogado que poseemos de Dios, como hemos visto en san Buenaventura. Feuerbach nos muestra con acierto que a través de las concep- ciones que el hombre tiene de Dios podemos descubrir mejor nues- tra propia naturaleza. Pero es incapaz de realizar una nueva vuelta hacia Dios. El carácter reductivo de su filosofía hacia la materialidad intenta solucionar el problema que implica la alienación mediante la conquista de la superación del hombre recuperando su esencia; pero no sabe encontrar la causa del motor del progreso humano. La apelación a la religión como momento humano en la destrucción de la realidad divina, aborta al sistema –y en definitiva al hombre– de cualquier carácter trascendente. La filosofía de Feuerbach libera al hombre del inmanentismo antropomórfico –entendiendo este en la operación consistente en “atribuir a Dios las características de lo que par a los hombres resulta máximamente familiar y venera- ble” 115 – para reducirlo a un inmanentismo antropológico: recuperar su esencia alienada en Dios para vaciarse en cuanto representación. Se elimina la referencia y lo referido: “los antropomorfismos son semejanzas entre Dios y el hombre” 116 . El aspecto positivo es la crí- tica que realiza al olvido de la presencia inmanente de Dios y a la afirma que “en cuanto bien esencial, él (Dios-Bien) extiende su bondad a todo ser”. A san Buenaventura le llega esta fórmula de modo indirecto. Conocía, sin duda, los escritos de Felipe el Canciller, Guillermo de Auxerre y Guillermo de Auvergne; pero toma contacto con este axioma, sobre todo, de la mano de Alejandro de Hales. Cf. V. MUÑIZ, “A propósito del Pseudo-Dionisio en San Buenaventura”, en Naturaleza y Gracia 21 (1974) 173-181. 115 J. CHOZA, Los otros humanismos (Pamplona 1994) 52. 116 L. FEUERBACH, La esencia ..., 267. s J c s c s a l a s c c c s e e c c r e s c i s d

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