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EL HOMBRE EXPRESIÓN DE DIOS: BUENAVENTURA Y FEUERBACH 767 l - y o a e - l r , - - r - l e - e y a a - “es la unidad de la razón que se divide e interrumpe en el campo de la realidad mediante la realidad sensible y en el campo de la reli- gión mediante la representación de la imaginación, es la identidad de la razón dividida mediante la representación de la individualidad, o personalidad”. La semejanza entre Dios y el hombre no deja sino de manifes- tar un profundo panteísmo, o mejor un profundo humanismo. El ensayo de superación de la igualdad entre Dios y hombre mediante el “antídoto” 56 de la personalidad se demuestra en realidad ilusorio. Ser imagen desde la inmanencia del ser humano afirmada en Feuer- bach, no puede sino desembocar en la confusión entre la represen- tación y lo representado. Esto es así porque ya en Feuerbach no se admite distinción entre Dios y el hombre, muy al contrario se aplica unívocamente y no análogamente 57 . En definitiva, se invierte el orden de despliegue natural y ahí radica la crítica material de Feuerbach, en que el movimiento de despliegue de la realidad va de la materia a la materia, en este caso de la naturaleza humana a la misma. Se invierte el proceso reductivo epistemológico y metafísico en naturaleza (esencia humana) –logos– naturaleza, pues el “ logos es el hombre secreto (...) el hombre es el logos expresado” 58 . Dios es expresión de la naturaleza humana y el hombre es expresión de Dios proyectado. Mirar a Dios, según Feuerbach, nos indica mucho de nosotros mismos. 56 Ib. , 267. 57 Sin duda como señala Luis Miguel Arroyo resulta decisiva la interpretación del misterio de la encarnación luterana. El autor cita un texto de Lutero realmente revelador: “Como el Verbo de Dios se hizo carne, de la misma manera ciertamente es también necesario que la carne se haga Verbo. Porque el Verbo se hace carne a fin de que la carne se haga Verbo. Dios se hace hombre a fin de que el hombre se haga Dios. La fuerza se hace debilidad a fin de que la debilidad se haga fuerza. Él se reviste de nuestra forma y de nuestra figura, de nuestra imagen y similitud a fin de revestirnos de su imagen, de su forma y de su similitud. La sabiduría se hace necia a fin de que la necedad se haga sabiduría. Y así en todas las cosas que hay en Dios y en nosotros: en todas estas cosas Dios ha asumido lo que está en nosotros a fin de otorgarnos lo que está en él (WA 1, 28, 25-32)” (L.M. ARROYO, “ Antropodicea y antropokatadicea . La religión como afirmación y negación del hombre, en Feuer- bach y Schopenhauer”, en La Ciudad de Dios 203 (1990) 326, n. 60). 58 Ib. , 268.

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