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PENSAR LA ENCARNACIÓN. UN ACERCAMIENTO A LA POSICIÓN… 751 e e s . e - - , - - a a . o y r - s , s a a l y Una vez más, el misterio de la libertad: la encarnación es el don de amor libre de Dios por excelencia. Donde hay libertad no puede haber una causa exterior que determine o mueva, porque, si la hay, sería destruida la libertad. El movimiento de amor, en virtud del cual el Verbo se encarnó, es expresión histórica del amor eterno de Dios a los hombres, y aparece como hilo conductor que va desde la creación hasta la muerte libre de Jesús. La encarnación del Hijo de Dios es una verdadera humanización, pero Jesús de Nazaret no deja en ningún momento de ser Dios. Su personalidad es completamente original. Sólo en este sentido el misterio de la unión hipostática puede ser entendido como el misterio de la humanización de Dios. Subámonos, para otear el horizonte, a los hombros de Escoto. La encarnación es algo más que un suceso histórico del pasado. Las consecuencias de la encarnación la convierten en un proceso con enormes dimensiones de futuro. Toda la realidad está llamada a cris- tificarse, es decir, a realizarse plenamente, en y desde Cristo. Todo esto nos hace especialmente responsable del futuro que Dios sigue poniendo delante de nosotros. La gloria de Dios es que el hombre viva. Esta ha sido, desde siempre, la forma típica bajo la cual el hombre Jesús de Nazaret ha glorificado a Dios Padre: trasmitir, generar, contagiar vida, vida en abundancia, la vida de Dios. Desde aquí el futuro nos invita a una gran responsabilidad: encarnarnos en medio de los más pobres, de los que tienen más amenazada y dañada la vida, para repetir el gesto de Jesús, para que nuestra vida en medio de la no-vida se torne fecunda. Por lo tanto, la encarnación en su proceso dinámico tiene que llegar, de modo especial, a los lugares que corren mayor riesgo de deshumanizarse. Por último, el reto de sembrarse en otras culturas: encarnar el evangelio de Jesús en cualquier cultura, con el deseo profundo de desenmascarar todo aquello que nos deshumaniza, con el deseo de enriquecerse con otros modos posibles de entender, de vivir y de celebrar lo cristiano. No basta con que el hombre sea imagen de Dios, es necesario que nos insertemos en la dinámica del Dios Tri- nitario, es decir, que nos sintamos hijos en el Hijo y, aprendamos a vivir como hermanos. J AIME R EY E SCAPA Madrid

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