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750 JAIME REY ESCAPA Las reflexiones de Escoto están impregnadas del sentimiento de piedad , como regla de oro de toda su cristología. Su pensamiento debe ser comprendido desde esta dimensión. Su concepción de la teología como praxis y dilectio , nos invitan a trasformar todos y cada uno de los contenidos teológicos en contenidos afectivos. No hay que olvidarlo, la teología sólo es práctica en la medida en la que nos mueve a amar más y mejor. Podemos decir que Escoto libera las argumentaciones teológicas y la religiosidad de un gran peligro: medir el sistema de Dios desde las categorías humanas. Se esfuerza en centrar la piedad en el amor trascendente de Dios, lle- vando hasta las últimas consecuencias la metodología de una cien- cia que quiere ser caritas , habitus affectivus . La metodología del argumentum ex pietate actúa como hilo conductor de toda la trama de su pensamiento: la teología, como ciencia práctica orientada al amor, nos ayuda a descubrir a Dios, que por puro amor nos predestina a glorificarle y a compartir su gloria. El primero de estos predestinados es Cristo, al que Dios con- cede todas las gracias sin medida, para convertirlo en el Summum opus Dei . Entendida la encarnación desde el «argumentum ex pie- tate» , se evidencia la categoría de la gloria. Y la gloria de Dios se transforma en gracia para nosotros. La trascendencia se manifiesta en la gracia y ésta es entendida como libertad en el amor. Es mérito también de Escoto haber ensayado la integración de la gloria y de la misericordia desde la encarnación. Podemos hablar de una síntesis de la predestinación y del pecado en la gracia del amor , a través de la cual Dios se ama a sí mismo y liberalmente se nos da a través de Cristo para que podamos realizar junto con toda la creación la vocación a la que hemos sido llama- dos: ser con Cristo glorificadores de la Trinidad. El regalo más precioso que Dios ha dado a los hombres es Jesús de Nazaret. Su encarnación es entendida como historización de Dios, y al mismo tiempo como divinización del hombre. Dios se sitúa en el tiempo y asume toda la historia humana, en la historia de Jesús de Nazaret, hombre concreto, con su propia genealogía enraizado en nuestra propia historia (Mt 1,1-17). En el hombre Jesús, Dios ha asumido el rostro del hombre. Precisamente el sentido de la venida de Jesús fue reabrir el camino hacia Dios: Yo soy el camino . En Él tenemos la comunicación suprema de Dios al hombre en humildad, y también la suprema promoción y glorificación del hombre. s e l v S e L c e ti e s g a g l f e e c v
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