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718 JAIME REY ESCAPA encarnación a la redención (tomistas) y por otra los que dan priori- dad a la encarnación (escotistas). La parte más extensa de este trabajo está dedicada a estudiar la posición de Escoto, tratando de articular todos y cada uno de los pasos que elabora para dar cuenta y justificar perfectamente, desde su buen quehacer teológico, sus posturas y sus razonamientos. Escoto, tomando como clave de lectura la categoría teológica de la predestinación, retuerce el argumento y cambia radicalmente la pregunta. Pasa, como veremos más adelante, de la cuestión hipoté- tica a la cuestión de hecho. A partir de este momento la encarnación ya no estará nunca más condicionada por el mito de la caída o el pecado, su punto de partida y su fundamento será el decreto de la predestinación. En el misterio de la encarnación podemos encontrar la respuesta a quién es Dios. Justamente en la vida de Jesús, el Verbo encarnado, se pone de manifiesto que la esencia de Dios es el amor; un amor libre, ordenado, gratuito; entendido como don y como entrega. Este amor no es abstracto, nunca mejor dicho, se trata de un amor que se hace carne ( encarnado ) en nuestra historia, convirtiéndola en histo- ria de salvación . Y precisamente en esta historia el Verbo-encarnado ha sido llamado, invitado, predestinado a ser el Primero, es decir, a ser el mejor amante y el más libre. Esto sólo se puede llegar a enten- der si contemplamos la historia y nuestra historia desde la perspec- tiva del amor, única lógica posible para poder desentrañar este mis- terio. Y digo amor y no pecado, porque el pecado más que explicar alimenta nuestros sentimientos de culpabilidad que, en la mayoría de los casos, nos impiden ser responsables y adultos. Si aceptamos la lógica del amor, hay que rechazar como infun- dada la visión de una historia antes del pecado y otra historia después del pecado. Sólo hay una única historia en la que Cristo es el primero, y ocupa el centro, siendo la piedra angular de toda la creación y la razón de todo cuanto existe. Dios, amándose a sí mismo, quiere compartir solidariamente su amor y desea profundamente que otro ser distinto le ame hasta el máximo del amor. Es entonces cuando Dios quiere a Cristo como supremo glorificador de la Trinidad. La encarnación del Verbo con- vierte a Cristo en el Assumptus homo , que llegará a ser el Summum opus Dei . c c l e c c t r v t 2 l s s l “ z d

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