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726 JAIME REY ESCAPA Posteriormente han sido partidarios de esta postura los teólo- gos salmanticenses 24 , junto con Cayetano, Gonet y otros que pro- ponen como el motivo único de la encarnación la redención del mundo; sin la caída del hombre el Verbo no se hubiera encarnado. El hombre, al pecar, ofende infinitamente a Dios y para reparar esta ofensa se exige una reparación de valor infinito. Su argumentación se basa en dos principios: la infinitud 25 de la malicia del pecado y la necesidad de una expiación adecuada, como condición del perdón de Dios. 2.2. L OS QUE DAN PRIORIDAD A LA ENCARNACIÓN a. Predecesores de la opinión de Escoto Es en el s. VII cuando se trata por primera vez y, de modo explícito entre los autores eclesiásticos, la cuestión sobre el motivo y el fin de la encarnación. En este ambiente nos encontramos con Isaac de Nínive 26 . Este autor explica la dolorosa pasión que precede a la muerte de Cristo, por la voluntad divina de mostrar su amor a los hombres. Se enfrenta de algún modo contra los que hacen depender la encarnación del pecado. El motivo último por el cual Dios decreta la encarnación es el amor que nos quiere manifestar 27 . 24 El grupo de los teólogos salmanticenses trabajó más de 50 años para preparar el «Cursus theologicus, Summam Theologicam Divi Thomae Angelici com- plectens» , Salamanca 1631. Posiblemente sea la producción tomista más importante del s. XVII. La doctrina sobre la encarnación se encuentra en el tomo VII. 25 Merece la pena notar que los partidarios de la no dependencia de la encarnación con respecto a la redención son a su vez partidarios de la finitud del pecado: Durando, Andrés de Vega, Suárez y el mismo Escoto. 26 Cf. I. HAUSHERR, “Un précurseur de la théorie scotiste sur la fin de l’incarnation: Isaac de Ninive (VII siècle)”, en Recherches de Science Religieuse 22 (1932) 316-320. 27 “Non ergo pudet nos hanc cogitationem assumere de mysterio oeconimiae Domini nostri; ut detrahamus morti Christi et adventui eius in mundum, eo quod rationem ei ponamus redemptionem nostram a peccato? Num adeo validior erat potes- tas peccati quam potestas Dei, ut cum vellet eius deletionem, non posset illud delere nisi per mortem Christi? Si hoc est mysterium oeconomiae Domini nostri, ut a servi- tute peccati nos redimeret, ergo si non peccatores fuissemus, locum non habuisset adventus Christi, neque mortuus esset Christus, siquidem non potuisset Deus Verbum induere corpus nostrum, quod propter peccata mundi induit, si exterioritatem tantum l a c e t e S u e q f e Is r p o n d r 4 t F c 1 (

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