NG200701027
DIOS, GRACIA Y JUSTICIA 695 r a r - s : s , e r - - e e s - s r a s e a a s s s y El símil de la infancia puede ayudarnos a comprender el evan- gelio, y la dialéctica de ricos y pobres que no se puede ignorar en la lectura del Evangelio. Pero antes hablemos de los pecadores. 4. LOS PECADORES (1) Desde los niños, damos un salto cualitativo a los pecadores. Porque se supone que los niños antes del uso de razón, no son capaces de pecado personal. Entre niños y pecadores hay un factor común, su debilidad, y una diferencia moral por parte de los peca- dores: capacidad de resistencia a la gracia, posibilidad de injusticia. En el nivel de adultos se constata una resistencia a la gracia, en mayor o menor grado. Hay un déficit de bondad que, en cuanto voluntario, se identifica como pecado. Hay una deficiencia creatu- ral inevitable que no es pecado. Pero la deficiencia voluntaria sí es pecado. “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios” (Mc 10,18; Mt 19,17; Lc 18,19). Si sólo Dios es bueno, los demás no podemos considerarnos buenos. Tampoco quiere decir que seamos completamente malos. Pode- mos resistir a la gracia, pero no anularla en nuestra vida. Somos una mezcla misteriosa de bondad y maldad. La mentalidad farisaica dividía a la humanidad en buenos y malos: “reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos” (Mt 22,10); “la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del maligno” (Mt 13,38). Tales textos y otros similares se han de entender escatológicamente, en cuanto que al fin de los tiem- pos existirá una separación de lo que a lo largo de la historia ha sido una mezcla, amalgama o convivencia de bondad y maldad. “La siega es el fin del mundo...Los ángeles recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego... Los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre” (Mt 13,41-43). La frase cristiana: “Dejen que ambos, trigo y cizaña, crezcan juntos hasta la siega” (Mt 13,30) es la proclamación de que también los pecadores tienen derecho a vivir. A pesar del abuso de la liber- tad para pecar, Dios nunca priva al ser humano de su libertad. La exclusión no se realiza en la historia sino al final de la misma.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz