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DIOS, GRACIA Y JUSTICIA 695 r a r - s : s , e r - - e e s - s r a s e a a s s s y El símil de la infancia puede ayudarnos a comprender el evan- gelio, y la dialéctica de ricos y pobres que no se puede ignorar en la lectura del Evangelio. Pero antes hablemos de los pecadores. 4. LOS PECADORES (1) Desde los niños, damos un salto cualitativo a los pecadores. Porque se supone que los niños antes del uso de razón, no son capaces de pecado personal. Entre niños y pecadores hay un factor común, su debilidad, y una diferencia moral por parte de los peca- dores: capacidad de resistencia a la gracia, posibilidad de injusticia. En el nivel de adultos se constata una resistencia a la gracia, en mayor o menor grado. Hay un déficit de bondad que, en cuanto voluntario, se identifica como pecado. Hay una deficiencia creatu- ral inevitable que no es pecado. Pero la deficiencia voluntaria sí es pecado. “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios” (Mc 10,18; Mt 19,17; Lc 18,19). Si sólo Dios es bueno, los demás no podemos considerarnos buenos. Tampoco quiere decir que seamos completamente malos. Pode- mos resistir a la gracia, pero no anularla en nuestra vida. Somos una mezcla misteriosa de bondad y maldad. La mentalidad farisaica dividía a la humanidad en buenos y malos: “reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos” (Mt 22,10); “la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del maligno” (Mt 13,38). Tales textos y otros similares se han de entender escatológicamente, en cuanto que al fin de los tiem- pos existirá una separación de lo que a lo largo de la historia ha sido una mezcla, amalgama o convivencia de bondad y maldad. “La siega es el fin del mundo...Los ángeles recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego... Los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre” (Mt 13,41-43). La frase cristiana: “Dejen que ambos, trigo y cizaña, crezcan juntos hasta la siega” (Mt 13,30) es la proclamación de que también los pecadores tienen derecho a vivir. A pesar del abuso de la liber- tad para pecar, Dios nunca priva al ser humano de su libertad. La exclusión no se realiza en la historia sino al final de la misma.

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