NG200701027
DIOS, GRACIA Y JUSTICIA 691 a e e s r - e s y s s - r a ” e - a - e - gado por la gracia de un solo hombre Jesucristo, se han desbordado sobre todos. Y no sucede con el don como con las consecuencias del pecado de uno solo; porque la sentencia, partiendo de uno solo, lleva a la condenación, mas la obra de la gracia, partiendo de muchos delitos, se resuelve en justificación. En efecto, si por el delito de uno solo reinó la muerte por un solo hombre, ¡con cuánta más razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por uno solo, por Jesucristo!” (Rm 5,15-17). Notemos la expresión: “la gracia y el don de la justicia”. No se contraponen, sino que pareciera que en algún sentido convergen. La gracia es don, y la justicia es don. Pero la gracia es puro don de Dios, mientras que la justicia consiste en la colaboración humana con la gracia, es nuestra respuesta. No existe justicia sin gracia. La justicia no es puro esfuerzo humano (pensamiento pelagiano) sino consecuencia de la iniciativa de Dios. Sin embargo la gracia puede darse sin justicia, por falta de respuesta humana. Es la resistencia a la gracia, el pecado. “La ley intervino para que abundara el delito; pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia...así también reinaría la gracia en virtud de la justicia para la vida eterna” (Rm 5,20-21). Se dice: “la gracia en virtud de la justicia”. La gracia hace que la justicia sea salvífica, y la justicia impide que la gracia sea estéril. “Por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí” (1 Co 15,10). Ontológicamente gracia y justicia difieren: Gracia es acción divina; Justicia es acción humana motivada por la Gracia. Es una perspectiva dinámica, la gracia reclama nuestra cooperación, y la jus- ticia necesita la motivación de la gracia. La gracia es prioridad absoluta. En el léxico paulino la gracia divina recibe también el nombre de Justicia o justificación, que obviamente es distinta de la justicia humana. “El derechos a gloriarse queda eliminado. ¿Por qué ley? ¿Por la de las obras? No. Por la ley de la fe. Porque pensamos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley” (Rm 3,27-28). Pablo afirma que los cristianos “hemos quedado emancipados de la ley...de modo que sirvamos con un espíritu nuevo y no con la letra vieja” (Rm 7,6). “¿Qué diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? ¡De ningún modo! No se trata de querer o de correr, sino de que Dios tenga misericordia” (Rm 9,14-16).
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