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708 CARLOS BAZARRA Pueden ser facetas de un concepto amplio de pobres que abarca varias dimensiones. De entrada encontramos que no todos los pobres se van a beneficiar de la realidad de una buena nueva. Había muchas viuda en Israel en tiempos de una gran sequía y mucha hambre en todo el país, pero el profeta Elías sólo socorrió a una viuda de Sarepta (Lc 4,26). Y muchos leprosos, y el profeta Eliseo sólo curó a Naamán el sirio (Lc 4,27). Son signos que nos hacen pensar que no debe- mos esperar una intervención milagrosa para resolver la pobreza del mundo. Todos tenemos que aportar a la solución del problema. Cuando Jesús llama algunos a su seguimiento, les pide pobreza: “Simón, Andrés, Santiago, Juan: “dejándolo todo” (Lc 5,11); Leví: “dejándolo todo” (Lc 5,28). En su sermón programático vuelve con fuerza la contraposición de pobres y ricos: “Bienaventurados los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios” (Lc 6,20). De nuevo encontramos una ampliación o concreción de la pobreza: los ham- brientos, los que lloran, los odiados, los difamados... (Lc 6,21-22). Hay que alegrarse porque así fueron tratados los profetas (Lc 6,23). En cambio los ricos, los hartos, los reidores, los de buena fama, serán tratados como los falsos profetas (Lc 6,26). Frente a los otros (¿pobres o también ricos?) Jesús propone unas reglas de comportamiento: “Sean compasivos como su Padre es com- pasivo. No juzguen y no serán juzgados, no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den y se les dará: una medida buena, apretada, remecida, rebosante, pondrán en el halda de sus vestidos. Porque con la medida con que midan, se les medirá” (Lc 6,36-38). De este programa, hay cosas factibles, como ser compa- sivos y perdonar, aunque a veces pueda ser difícil. Pero ¿es posible no juzgar mentalmente a los demás y no condenar, si interiormente los consideramos culpables? A la luz de nuestras solas fuerzas, no es posible. Se necesita la gracia, más allá de nuestra justicia humana. Viene aquí la consideración de que no sólo los otros son pecadores, también nosotros hemos pecado: “¿Cómo es que miras la brizna en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?... Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás sacar la brizna del ojo de tu hermano” (Lc 6,41-42). Sin embargo, la señal de autenticidad del cristiano es la soli- citud por los enfermos y el anuncio del Evangelio a los pobres (Lc 7 s c e e c a 1 c s s t l e c 4 t

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