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704 CARLOS BAZARRA la raíz de todos los males es el afán del dinero, y algunos, por dejarse llevar de él, se extraviaron en la fe y se atormentaron con muchos dolores” (1 Tm 6,9-10). La carta termina con un recordatorio: “A los ricos de este mundo recomiéndales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en lo inseguro de las riquezas, sino en Dios, que nos provee espléndidamente de todo para que lo disfrutemos; que prac- tiquen el bien, que se enriquezcan de buenas obras, que den con generosidad y con liberalidad; de esta forma irán atesorando para el futuro un excelente fondo con el que podrán adquirir la vida verda- dera” (1 Tm 6,17-19). Juan sintetiza todo en dos amores, lo que Agustín expresó en las dos ciudades: “No amen al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Puesto que todo lo que hay en el mundo –la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas– no viene del Padre, sino del mundo. El mundo y sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn 2,15-17). Escribiendo a Tito, y sin referirse a los ricos, el hagiógrafo cons- tata que todos éramos aborrecibles y aborreciéndonos unos a otros. “Mas cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor a los hombres, él nos salvó, no por obras de justicia que hubié- semos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo...para que justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en espe- ranza, de vida eterna” (Tt 3,3-7). A los cristianos Pablo les recuerda el ejemplo de Cristo, “el cual, siendo rico, por ustedes se hizo pobre a fin de que se enriquecieran con su pobreza” (2 Co 8,9). Es una perspectiva a tener en cuenta: La pobreza es una clase de riqueza a la que se nos exhorta. La tarea espiritual va por esa línea: “¡Mire cada cual cómo construye! Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo. Y si uno construye sobre este cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el Día, que ha de revelarse por el fuego” (1 Co 3,10-13). Por eso la riqueza se sitúa en la línea idolátrica: “La codicia, que es una idolatría” (Col 3,5); “codicioso, que es ser idólatra” (Ef 5,5). “Las riquezas ahogan la Palabra de Dios” (Mt 13,22). a t J r J v s l s s y r g 9 ¿ s t s

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