NG200701027
702 CARLOS BAZARRA los que ríen ahora! Porque llorarán. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de ustedes! Ese es el tratamiento a los falsos profetas” (Lc 6,25-26). En los planes de Dios la situación de riqueza debe ser abandonada. ¿Cómo? “Den en limosna lo que tienen, y así todas las cosas serán puras para ustedes” (Lc 11,41). Pero no basta dar limosna: “Pagan el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejan a un lado la justicia y el amor de Dios” (Lc 11,42). Aquí están mencio- nadas la justicia y la gracia (el amor a Dios), que no dispensan de las obras: “Sin omitirlas” (Lc 11,42). La riqueza no es un seguro de vida: “Guárdense de toda codi- cia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes” (Lc 12,15). En la parábola del hombre rico, éste es calificado de “necio” (Lc 12,20) concluyendo: “Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios” (Lc 12,21). Jesús descarta la inquietud por la comida y bebida como cosa de los que no tienen fe. “Ustedes vendan sus bienes y den limosna. Consigan un tesoro inagotable en el cielo, donde no llega el ladrón ni la polilla” (Lc 12,33). No hay que invitar a nuestros banquetes a los ricos (Lc 14,12). Y la condición del discípulo de Jesús no puede ser de riqueza: “Cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío” (Lc 14,33). Dios y el dinero se contraponen: “No pueden servir a Dios y al dinero” (Lc 16,13). El evangelista sitúa estas enseñanzas en un contexto bien con- creto: “Estaban oyendo todas estas cosas los fariseos, que eran ami- gos del dinero, y se burlaban de él. Y les dijo: “Ustedes se las dan de justos delante de los hombres, pero Dios conoce sus corazones; porque lo que es estimable para los hombres, es abominable ante Dios” (Lc 16,14-15). La parábola del rico epulón y el pobre Lázaro es paradigmática. El pobre recibe la recompensa después de su muerte, en el seno de Abraham. El rico es atormentado (Lc 16,24). No son sólo parábolas imaginarias. Es la misma realidad. Un joven pretende salvarse. Y Jesús le recuerda los mandamientos. Pero hay algo más: “Aún te falta una cosa. Todo cuanto tienes, véndelo y repártelo entre los pobres, tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme”.”Al oír esto, se puso muy triste, porque era muy rico”. Jesús concluye: “¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios. Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios” (Lc 18,18-25). Zaqueo e J l J s c 8 a c ll s c r l e e c e s
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