NG200701027
DIOS, GRACIA Y JUSTICIA 701 - e a s e s a ” , y e a s s 0 a , s r e e a , . - l bajo el sol: riqueza guardada para su dueño, y que sólo sirve para su mal, pues las riquezas perecen en un mal negocio... Como salió del vientre de su madre, desnudo volverá, como ha venido; y nada podrá sacar de sus fatigas que pueda llevar en la mano. También esto es grave mal: que tal como vino, se vaya; y ¿de qué le sirve el fatigarse para el viento? Todos los días pasan en oscuridad, pena, fastidio, enfermedad y rabia” (Qo 5,9-16). El Sirácida aconseja: “no te apoyes en riquezas injustas” (Si 5, 8). Pero antes ha generalizado la advertencia contra la riqueza: “En tus riquezas no te apoyes” (Si 5,1). El contexto no es de gracia o mise- ricordia, sino de justicia vengativa: “ No digas: Pequé y ¿qué me ha pasado?, porque el Señor es paciente”. Del perdón no te sientas tan seguro que acumules pecado tras pecado. No digas: Su compasión es grande, él me perdonará la multitud de mis pecados. Porque en él hay misericordia, pero también hay cólera, y en los pecadores se desahoga su furor” (Si 5,4-6). 7. LOS RICOS (2) Pero vengamos al Nuevo Testamento y oremos el Evangelio. Estamos en terreno más firme y seguro. María en el Magnificat menciona la misericordia de Dios en la primera y en la última parte: “Su misericordia de generación en generación a los que le temen” (Lc 1,50). “Acogió a Israel su siervo, acordándose de su misericordia” (Lc 1,54). Pero la parte central de su canto es justicia: “Dispersó a los soberbios de corazón, derribó a los potentados de sus tronos –exaltó a los humildes; a los hambrien- tos colmó de bienes– despidió a los ricos sin nada” (Lc 1,51-53). Se subrayan las disposiciones interiores contraponiéndolas: soberbios y humildes; para pasar a las manifestaciones externas: hambrientos y ricos. Se diría que María recoge las dos dimensiones de gracia y justicia, misericordia y castigo. La frase “despidió a los ricos sin nada” señala un proceso desde la riqueza al empobrecimiento. Y en las bienaventuranzas lucanas encontramos una maldición a los ricos: “¡Ay de ustedes, los ricos, porque ya han recibido su consuelo” (Lc 6,24). Y la maldición se alarga a otras dimensiones de la vida del rico: “¡Ay de los que están hartos! Porque tendrán hambre. ¡Ay de
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