NG200701027
700 CARLOS BAZARRA peces, los gusanos y los demás animales no pueden entrar en la cate- goría de pecadores. Tampoco los niños son pecadores. Pero los que han dejado la infancia atrás, pueden rechazar la gracia y practicar la injusticia. No nos interesan las categorías culturales o raciales. Blancos o negros, africanos, asiáticos, americanos... son personas y pueden pecar, independientemente del lugar de origen o del color de la piel. Pero dentro de los pecadores hay dos categorías sociales que destacan en la Biblia: ricos y pobres. Pecadores ricos y pecadores pobres. Comencemos por los ricos. ¿Qué nos dice de los ricos el buen Dios? En el primer Testamento a veces aparece la riqueza como una bendición de Dios. “Abram era muy rico en ganado, plata y oro” (Gn 13,2). Y de Job se dice ostentosamente: “tenía siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas y una servidumbre muy numerosa. Este hombre era el más grande de todos los hombres de Oriente” (Jb 1,3). Cuando Job cae en desgracia puede proclamar: “Dios me lo dio, Dios me lo quitó. ¡Sea bendito el nombre de Dios!” (Jb 1,21). El final feliz manifiesta que, después de la prueba, “Dios restauró la situación de Job... y aumentó Dios al doble todos los bienes de Job” (Jb 42,10): 14.000 ovejas, 6.000 camellos, 1.000 yuntas de bueyes, 1.000 asnas... En el Eclesiastés la riqueza es vanidad (Qo 5,9) pero también gracia: “Cuando a cualquier hombre Dios da riqueza y tesoros, le deja disfrutar de ellos, tomar su paga y holgarse en medio de sus fatigas, esto es un don de Dios” (Qo 5,18). Pero también aparece un juicio muy negativo sobre las riquezas y quienes las poseen. Basten algunas citas: “El rico se acuesta por última vez; cuando abre los ojos, ya es nada” (Jb 27,19). “Más vale buen nombre que muchas riquezas” (Pr 22,1). “Mejor es el pobre que camina en integridad, que el de caminos tortuosos, por más que sea rico” (Pr 28,6). “No se alabe el rico por su riqueza” (Jr 9,23). El Eclesiastés tiene expresiones duras: “Quien ama el dinero, no se harta de él; y para quien ama riquezas, no bastan ganancias. También esto es vanidad. A muchos bienes, muchos que los devo- ren... Dulce sueño del obrero, coma poco o coma mucho; pero al rico la hartura no le deja dormir. Hay un grave mal que yo he visto s e f f r r p s e é 7 l g a s l t s y y j s “ 6 r
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