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698 CARLOS BAZARRA fiesta con mis amigos; y ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado” (Lc 15,29-30). Se diría que es bueno. Pero en realidad también es pecador, porque no perdona a su hermano. El Padre es bueno, el único bueno, porque perdona al manirroto. Y también perdona al hijo mayor su falta de misericordia: “Este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba per- dido y ha sido hallado” (Lc 15,32). Otra parábola de Jesús vuelve sobre la misma idea de uno que se considera bueno y otro que se considera pecador. La introducción a la parábola ya señala esta paradoja: “Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás” (Lc 18,9). El fariseo se tiene por bueno, no tiene conciencia de ser pecador, a pesar de que desprecia a los pecadores. En realidad también se desprecia a sí mismo cuando dice: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias” (Lc 18,11-12). Es el observante, el que apela a su imaginaria justicia, pero el error está en que no practica la miseri- cordia con el publicano, y por consiguiente tampoco solicita a Dios su misericordia. Quien desee misericordia de parte de Dios, debe practicar la misericordia con el prójimo: “Bienaventurados los miseri- cordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5,7). “Perdóna- nos, como nosotros perdonamos” (Mt 6,12). El publicano es pecador, lo reconoce y ésta es su ventaja. Pide misericordia: “¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!” (Lc 18,13). “Este bajó a su casa justificado (por la misericordia de Dios) y aquel no (porque las obras no justifican a nadie)” (Lc 18,14). A los ojos de Dios vale más el per- dón que la justicia. Es la enseñanza de Jesús a Pedro: “No te digo que perdones siete veces, sino setenta veces siete” (Mt 18,22). Esta es nuestra tarea: perdonar siempre. Y la parábola que añade a continuación es clarísima: El rey a su siervo, que no podía cumplir con justicia, le perdona “movido a compasión” (Mt 18,27). Pero el siervo no apren- dió el mensaje de gracia y misericordia, y transita por senderos de justicia, enfrentándose a su compañero: “Ahogándole le decía: ‘Paga lo que debes’. El compañero suplicaba: ‘Ten paciencia conmigo’. Pero él no quiso (ser misericordioso)” (Mt 18,28-30). La conclusión t z l s c j s e c r f é s “ 6 c

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