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644 QUINTÍN ALDEA Esto no es extraño tratándose de los enemigos de un personaje de gran talla, al que se intentaba herir con el dardo de la palabra, ya que no se le podía alcanzar con el filo de la espada. Pero lo que resulta paradójico es que el mayor historiador de los Papas, el católico Ludwig von Pástor, en su monumental Historia de los Papas, no pierda oportunidad de zaherirlo siempre que puede. No niega Pastor al monarca español sus méritos al servicio de la fe y en la defensa de la Iglesia. Pero es tan extremado en sus cons- tantes críticas contra el Rey que aquellos méritos quedan totalmente oscurecidos en la imaginación del inocente y desprevenido lector. He aquí un rosario de descalificaciones. Don Felipe, según él, que se consideraba a sí mismo como cabeza política de la Cristiandad, se servía abusivamente de la Inqui- sición para someter a su poder absoluto tanto al clero secular como al regular. Para él la Iglesia, que por su naturaleza era libre e inde- pendiente del poder temporal, estaba sometida a la condición de útil esclava de su Corona. No contento el Rey Católico con su dominio de la Iglesia española, quería ser también el árbitro de la Iglesia uni- versal. En su tiempo las negociaciones diplomáticas entre Roma y Madrid se hicieron extraordinariamente difíciles. Cuanto más condes- cendía el Papa con él, tanto más exigente se mostraba él con el Papa. Los Nuncios y demás representantes de la Santa Sede eran tratados por él como si fueran embajadores de un vasallo de la Corona. Y, en cuanto al Concilio de Trento, la actitud del Rey en los asun- tos conciliares –tan esenciales para los intereses católicos– no estuvo exenta de reparos desde el principio. Y le causa maravilla a Pástor que, dadas las ideas católicas del Rey de España, interpusiese tantas demoras y obstáculos a la aper- tura de aquella magna asamblea. Y, cuando, por fin, se reunió el Concilio, ningún príncipe infundió tanto temor al Papa como el Rey de España, cuyo embajador en Roma hacía constantes esfuerzos por oponerse a la política de la Curia Romana. A Pástor le causaba una impresión penosa ver cómo Felipe II manipulaba la voluntad de los obispos de sus reinos en cuestiones dogmáticas para así arrancar del Papa importantes concesiones económicas. Tal fue la tensión que se creó entre Pío IV y Felipe II que en febrero de 1564 estuvo el Papa a punto de retirar de Madrid a su Nuncio como protesta contra la g l s i “ l l c v v s c s e e g a r t s 2

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