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658 QUINTÍN ALDEA En la bula no se especificaba si el Concilio había de ser una prórroga de las dos convocarias anteriores de Trento o más bien un nuevo Concilio. El Papa estaba convencido de que debía ser continuación de Trento, suspendido, no terminado, el 28 de abril de 1552, a causa de los príncipes protestantes o de Francia por la opo- sición de los calvinistas. ¿Cuál fue la reacción de Felipe II? ¿A favor o en contra del Con- cilio? Volvamos a la prehistoria de la bula, a principios de 1560. Para Pástor, el monarca español no tenía entonces más preocu- pación que la de mantener con Francia la paz que acababa de fir- mar en Cateáu-Cambrésis (3 abril 1559) y permanecer como árbitro entre Inglaterra y Francia en la cuestión de Escocia. El Concilio para él tenía un interés muy secundario. Y no solo iba a remolque de la voluntad del Papa en este asunto tan importante, pero no mostraba mucho celo por él. Al contrario, “su empeño se enderezaba a diferir todo lo posible una decisión” 10 . En este supuesto de Pastor, la intervención negativa de Felipe II –o sea el control de la jerarquía eclesiástica al más alto nivel (el con- ciliar)–, era un pecado de omisión en cuanto que paralizaba las nego- ciaciones que debían conducir a la puesta en marcha del Concilio. Este planteamiento de Pastor, aun considerándolo a priori, es incoherente con la conducta de Felipe II. Y un historiador no puede ignorar que hay impulsos en el fondo del alma humana que deter- minan la trayectoria de la propia vida, casi tan predecible como el curso de los astros. La herencia espiritual de su padre el Emperador –a quien él veneraba– y sus propias convicciones religiosas se habían convertido en él en un instinto radical que lo empujaba inexorable- mente hacia su destino, que él y otros creían providencial, de defen- sor de la Iglesia y principal soporte de la Cristiandad. A Felipe II se le puede atribuir, si se quiere, una cierta dosis de sano maquiavelismo en el sentido de ocultar a los ojos de los demás el juego de su política. “Saber reinar, es saber disimular”, decía Saavedra Fajardo. “Pocas empresas descubiertas tienen feliz suceso”. “Por eso encubría [Felipe II] sus fines a sus embajadores y 10 L. VON PÁSTOR, Historia de los papas , tomo 15 (Barcelona 1929) 189. s a r s a “ t v f t e e c c e v e c 4 v t

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