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654 QUINTÍN ALDEA En función de ambos fines –el espiritual y el temporal o sea la paz entre los príncipes cristianos– daba el rey al embajador las oportunas órdenes para excluir por medio del grupo de cardenales adherentes al candidato que no se estimase apto para tan alto minis- terio. Pero no siempre se lograba. Con ocasión de la exclusiva que el rey mandó poner contra el cardenal Hipólito Aldobrandino, que, sin embargo, fue elegido Papa con el nombre de Clemente VIII, se suscitó una fuerte reacción en la Curia contra semejantes presiones. Una junta de teólogos curiales reunidos a instancias del Sacro Colegio en 1593, se manifestó contra las presiones de Felipe II. El Duque de Sessa, embajador español en Roma, obedeciendo órdenes del monarca, encargó también a una junta de teólogos espa- ñoles que informase sobre el asunto. Fueron éstos el dominico P. Juan Vicente, el famoso jesuíta José de Acosta y el auditor de la Rota, Francisco Peña. Reunidos en el convento dominico de la Minerva, fallaron a favor de la licitud de la exclusiva, pero con dos condiciones: 1ª) en cuanto al fin e intención, que se procure el bien de la Cristiandad sobre cualquier otro fin particular; 2ª) en cuanto a los medios, que se deje a los cardenales electores en su entera libertad para obrar según su conciencia. No se calmaron con este informe los escrúpulos del embajador Sessa y, por medio del P. Acosta que volvía de Roma a España, pidió normas más precisas al rey. Éste encargó al mismo Acosta en Madrid que se reuniera con su confesor Diego de Yepes y con Gaspar de Córdoba, confesor del príncipe su hijo. En el nuevo informe volvie- ron a resolver a favor de la licitud, insistiendo en los límites puestos en la Junta de Roma. El mismo duque de Sessa, ya residente en Madrid, en 1604 emitió, a petición del rey Felipe III, un largo informe sobre el futuro conclave y sobre los probables candidatos al papado. En él volvió a recordar los criterios que habían presidido la participación de la embajada española en la elección del Papa en tiempo de Felipe II. “Dos fines principales, escribe él, han mostrado siempre el Rey nuestro señor (que haya gloria), y S. Magestad (que Dios guarde muchos años), en las órdenes que han enviado a sus embajadores en e t e j e c r c e e F e d

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