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FILOSOFÍA Y NACIÓN 529 , - - a e a s r i - e , - - e e n ” n a i- a - e e a . a ., ) a a ) - ”, a aquellas ideas está siempre al abrigo de los errores que el hombre pueda cometer; y por eso es posible y aun necesario acercarse a ellas de vez en cuando, para relacionarlas de mil formas entre sí y hurgar en ellas buscando su realidad más profunda, más verdadera. Entre esas ideas (realidades siempre por hacer) contamos lógica- mente a la nación. Téngase además en cuenta que los contenidos que enuncian tales ideas no se nos aparecen a manera de mónadas clausuradas a cal y canto, sin ventanas al exterior, ciegas para ver más allá de su propio límite. Ni siquiera las concebimos yuxtapuestas unas sobre otras como lo están los sillares de un edificio, sujetos simplemente a leyes de la mecánica y la física. Las genuinas realidades a que aqué- llas responden, sin poder desprenderse –claro está– de ninguna con- dición natural, se rigen más bien por leyes eminentemente orgánicas, pues las vemos indefectiblemente fusionadas, imbricadas unas en otras, siempre compenetradas, siempre relacionadas históricamente entre sí..., formando en realidad un ser vivo que acciona y reacciona bajo el dinamismo de fuerzas interiores y exteriores de muy diversa índole. En este ensayo deseo fijar la atención en las relaciones que pue- dan establecerse in genere entre filosofía y nación, a fin de que el lector interesado pueda sacar consecuencias para iluminar el debate que de antiguo se ha dado entre nosotros acerca de si es posible una filosofía española ; esto es, una filosofía definida históricamente por una determinada y concreta nacionalidad europea que llamamos España. Para que mejor se entienda mi propósito he de decir que parto del supuesto de que esa hipotética filosofía, como enmarcada que está en lo que se ha llamado civilización occidental, arranca de la tradición grecorromana y judeo-cristiana, de la que sería en todo caso un punto de vista, una perspectiva histórica y, como tal, sujeta a las condiciones de tiempo y de espacio. Esto supuesto, creo con la inmensa mayoría de quienes han meditado sobre esta cuestión que la filosofía sin más es de suyo a la vez universal y particular, cosa del interior (las ideas) y del exterior (las circunstancias), de la razón pura y de la razón histórica… Y hay buenas razones para sospechar que esto último, lo particular, lo exterior, lo histórico, lo singular…, no son meros sucedáneos, apéndices o acompañantes, lacayos subordi- nados de supuestos señores principales, de cuyos servicios pudiera

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