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FILOSOFÍA Y NACIÓN 555 - - s , y r s - e r e s e a l a s l , - . a a a o n e . Según esto, gracias al apoyo que le presta hoy precisamente la Historia general de la filosofía, debería ser posible construir y fun- damentar una historia de la filosofía española e iberoamericana sin necesidad de ser reducida a historia de las ideas. Desde esta pers- pectiva una historia nacional de la filosofía no sería un caso aparte ni excepcional, sino la concreción en un determinado país de los métodos y procedimientos que utiliza por estatuto toda historia de la filosofía bien fundada. Dicho esto, también se ha de decir que ambas clases de historia son legítimas y compatibles incluso en una misma obra. La opción por una u otra o por simultanearlas depende de múltiples factores y de las intenciones del historiador. Cabe al menos dos tipos de actuación: uno genérico y sintético, si lo que se propone es estudiar las líneas maestras que ha seguido el curso filosófico a lo largo de su historia; otro específico y analítico, si lo que se propone es estudiar la participación concreta de una determinada nación en esa historia. No son actuaciones contradictorias, pero no deben con- fundirse. Por ejemplo, un historiador que busque la “huella” filosófica de un pueblo repartida acá y allá en su cultura, se puede ver llevado irresistiblemente a ampliar los “lugares” filosóficos tan sin medida que al cabo hará más bien una historia de la civilización que una historia nacional de la filosofía propiamente dicha. Es lo que ha ocurrido a veces en nuestro medio 37 . Por otro lado, optar por una u otra clase de historia depende también del lugar donde haya de ser enseñada. En una Facultad de Filosofía pura, por ejemplo, se habrá de prefe- rir naturalmente una historia nacional de la filosofía entendida en sentido estricto. Es cuestión de formación profesional. En las demás GADAMER, Verdad y método (Salamanca 1977-1992) 2 tms; E. LLEDÓ, O.c. en n. 21; I D ., Filosofía y lenguaje (Barcelona 1970); A. PINTOR-RAMOS, O.c. en n 2; ID . , “Filo- sofía, su historia y expresión idiomática”, en A. HEREDIA (ed.), Actas del IV Semi- nario de Historia de la Filosofía Española (Salamanca 1986) 487-504; L.A. ACOSTA GÓMEZ, El lector y la obra. Teoría de la recepción literaria (Madrid 1989). 37 Es a lo que tendía nuestro gran polígrafo. “El genio filosófico de un pue- blo o de una raza –escribía Menéndez Pelayo en su madurez– no ha de buscarse sólo en sus filósofos de profesión, sino en el sentido de su arte, en la dirección de su historia, en los símbolos y formas jurídicas, en la sabiduría tradicional de sus proverbios, en el concepto de la vida que se desprende de las espontáneas manifes- taciones del alma popular” (M. MENÉNDEZ PELAYO, “Contestación al discurso de ingreso de A. Bonilla y San Martín en la Real Academia de la Historia” (26-3-1911), en Ensayos de Crítica Filosófica . Edición Nacional del CSIC (Santander 1948) 388.

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