NG200701020

542 ANTONIO HEREDIA e iberoamericano, resulta que quienes niegan la existencia de una filosofía española propiamente dicha (o portuguesa e iberoameri- cana) lo hacen en virtud de un juicio de valor. Como dichas filo- sofías no tienen importancia ni corren por los ríos de los manuales más acreditados de Europa ni los grandes pensadores que en ellos figuran han contado con ellas para nada…, no existe. Como no vale, no existe: esta es la falacia que consiste en confundir un juicio de valor con otro de existencia. Piénsese que el juicio de existencia se refiere al mero hecho de “estar ahí” una cosa, y el de valor a una relación de ella con ciertos criterios que se supone miden su calidad o importancia respecto de algo. Suelo repetirlo a mis alumnos: “Yo no soy importante, pero existo”. Pues igual pasa con las filosofías iberoamericana, portuguesa y española. Además, para saber si son o no importantes o al menos para averiguar su valor, hay que cono- cerlas y estudiarlas, pues de lo contrario la adhesión a los juicios de valor es puramente mimética y ciega. Cosa que no dice nada bien de quienes tienen por oficio el pensamiento libre y crítico. Aparte de que todo juicio de valor se hace siempre en función de un deter- minado fin; es siempre relativo y condicional. El hecho es que no todo vale igualmente para todo. Probablemente, quienes una vez purificados de la falacia se pongan a estudiar nuestras filosofías nacionales sacarán la conclusión de que su conocimiento es inútil para comprender la marcha general de la filosofía en ciertas épocas, pero no así en otras; y en todo caso admitirán que su conocimiento es importante y valioso para comprender a los pueblos de quienes se predica y las han producido. Si es que no es ya necesario para replantearse el mismo concepto de filosofía sin más. ¿Pero cómo se explica que algo tan evidente y de tanto bulto (nuestras respectivas filosofías nacionales) se haya puesto en duda alguna vez o haya sido despreciado hasta el punto de haber obsta- culizado durante tanto tiempo la normalización de su estudio? Se me ocurren dos razones: la ignorancia o el exceso de preocupación originado por la adhesión pétrea a doctrinas herméticas, lo que puede originar una cierta estrechez conceptual y metódica poniendo en peligro el sentido histórico tan necesario para tratar este tipo de realidades. Normalmente van asociadas ambas razones, pero pueden darse por separado. Dejando a un lado la ignorancia, cuyas causas son muchas veces ajenas a quienes la sufren y fácilmente resoluble c c r l t c “ e e a e c e r t c e e s r si t p t s r

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz