NG200701020

FILOSOFÍA Y NACIÓN 1. INTRODUCCIÓN 1 El título de este trabajo pone a la consideración del lector un tema recurrente en la historia de la filosofía europea contemporánea. Los grandes filósofos del siglo XIX y siguiente, sin renunciar a su vocación cosmopolita y sin pretender reducir el alcance universal de su discurso, no sólo han hablado y se han dirigido a la nación, a la nación particular, en determinados momentos solemnes de su vida, sino que la idea misma de nación ha llegado a ser para ellos motivo principal de reflexión y aun fuerza impulsora de su obra y pensa- miento. Alemania, Francia, Italia, Inglaterra, Portugal, España, etc., ofrecen ejemplos de un nutrido e importante grupo de filósofos y de científicos penetrados de profundo espíritu nacional, de cuya idea y sentimiento sacaron ánimo y compromiso no sólo para hacer ciencia o filosofía sin más, sino para reflexionar sobre una cuestión que no deja de ser interna al propio ejercicio filosófico, cual es la de pregun- tarse por el estatuto de una filosofía propiamente nacional 2 . 1 El origen de este trabajo fue una conferencia dada por el autor en la Uni- versidad Católica Portuguesa (Lisboa) en noviembre de 2004. De ahí el estilo a veces directo y coloquial de algunos pasajes. 2 Aunque no es tema de este trabajo el caso español, no estará de más notar que la posibilidad y sentido de una filosofía nacional ha sido una cuestión relevante en nuestro ámbito desde mediados del siglo XIX hasta hoy. No sólo hay que recor- dar a este respecto las diversas polémicas de la ciencia española protagonizadas entre otros por Laverde y Menéndez Pelayo. Por varios motivos merecen ser recor- dados también autores como Balmes, que en 1846 se propuso en su obra mayor ( Filosofía fundamental ), hacer filosofía expresamente española; o Ramón y Cajal, que ante la penosa impresión que le causaba de estudiante no ver citado ningún compatriota suyo en los libros de medicina, se dijo: “No, España debe tener ana- tómicos, y si las fuerzas y la voluntad no me faltan, yo procuraré ser uno de ellos” ( Los tónicos de la voluntad ); o Unamuno, que vislumbraba “una interpretación, una conceptuación del universo, y de su vida y de su destino, hispánica , una filosofía brotada de nuestro verbo universal…” ( Comunidad de la lengua hispánica, t. IV de Escelicer); u Ortega, que desde su juventud llamó la atención sobre la importancia de considerar toda obra científica desde un punto de vista además nacional . Escri-

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