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496 ÁNGEL INFESTAS social universal, común a todas las sociedades, cuya realización pre- senta características peculiares estrechamente relacionadas con su grado de desarrollo tecnológico y sus formas de organización social. Pero esas peculiaridades se acentúan cuando se pretende analizar el significado que cada grupo le atribuye. Dentro de las sociedades de tradición judeocristiana, encontramos al menos dos atribuciones de significado al trabajo que se remiten en última instancia a los prime- ros capítulos del Génesis. Mientras que para unos presenta connota- ciones negativas (el trabajo como pena, como castigo), para otros se convierte en la expresión de la semejanza con un Dios creador que ha dejado en manos del hombre la culminación de su tarea. La activi- dad productiva, interpretada desde un ethos religioso, da lugar a for- mas de comportamiento individuales y sociales que desembocaron en el capitalismo como sistema económico, como ilustró Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo ; o también expli- can modelos contrapuestos de relaciones sociolaborales, como puso de manifiesto McGregor ( El aspecto humano de las empresas ) en un esfuerzo por proporcionar una legitimación doctrinal a la ‘teoría z’ y la ‘teoría y’. Resumiendo los condicionantes societales, comentaba certera- mente Rodríguez Ibáñez: “La sociedad es una suma de estructuras, pero es igualmente un ethos prioritario, una racionalidad o clima simbólico-cultural preva- leciente, que proviene de aquellas estructuras y reincide sobre ellas en idéntica medida. Por ello la misión de la sociología es reconstruir es su globalidad tal proceso de interrelación entre lo estructural y lo simbólico. Naturalmente, el intento sobrepasa las capacidades de cualquier investigador, por lo que caben preferencias de enfoque, que desarrollen uno de los aspectos de la cuestión, remitiendo consciente- mente los resultados del trabajo a otros legítimos y complementarios enfoques. La opción, en mi caso, va hacia la reconstrucción del logos social, es decir, hacia el aspecto simbólico de la producción de la sociedad” ( La perspectiva sociológica (Madrid 1989) 18). Si aún nos quedara alguna duda, podríamos recurrir a estudios comparativos entre sociedades y culturas diversas. En ellos encontra- ríamos percepciones y valoraciones profundamente diversas de unos hechos sociales, que, considerados en su manifestación más visible, son idénticos, pues ofrecen el mismo tipo de satisfacciones a las mis- s s g r t c a s r e e r e l s e e L e

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