NG200701018

SOBRE LA LIBERTAD POSITIVA 481 . r a - . a - - a a e e a e . - - s a - s s - - , e a - s , reconocemos que tales controles son estrictamente indispensables. Si no hubiera control alguno de quienes están dispuestos a dañar a sus semejantes, en las calles imperaría la ley de la selva. De modo que hemos de esforzarnos por combinar la libertad que todos deseamos con el control policial sin el que no existe orden público posible. Y el problema estriba, como decía antes, en que no existe una armonía preestablecida entre estos dos principios, sino que al reforzar uno de ellos se debilita el otro. En efecto, quien quisiera garantizar la seguridad pública poniendo un policía en cada esquina terminaría erigiendo un Estado policíaco, en el que la libertad brillaría por su ausencia; y quien quisiera garantizar la libertad máxima de los ciuda- danos reduciendo a su mínima expresión el control policial, estaría haciendo el juego a los enemigos de esa libertad que se trataba de proteger. Mi tercer ejemplo para ilustrar el modo como el principio de libertad se ve restringido por otros principios también irrenunciables nos lleva a considerar las relaciones entre libertad y benevolencia. Pensemos en el caso de un preso que tras una prolongada huelga de hambre se encuentra a las puertas de la muerte. A menudo los jue- ces ordenan la alimentación forzosa por vía intravenosa por razones humanitarias, y de este modo salvan la vida del preso. No pretendo juzgar la conducta de estos jueces. Simplemente llamo la atención sobre el hecho de que con esta decisión el juez interfiere en la liber- tad del preso. No cabe duda: la benevolencia, si crece más allá de los límites de lo razonable, se convierte en paternalismo. Pero también a la inversa: si el juez se desentendiera del problema y permitiera la muerte de quien está en huelga de hambre, su conducta nos recor- daría a todos a las palabras de Caín: “¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?”. ¿Dónde está el punto de equilibrio entre libertad e igualdad, entre libertad y seguridad pública, entre libertad y benevolencia? No es mi intención ensayar aquí una respuesta a estas difíciles pregun- tas. Mi propósito era únicamente el de llamar la atención sobre el hecho de que la libertad externa no es algo así como un absoluto, un principio solitario al que hubiera que fomentar sin límite. Antes bien, coexiste con otros principios que inevitablemente la restringen. Creer lo contrario es pura ingenuidad.

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