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480 LEONARDO R. DUPLÁ lean estas páginas compartirán todos un mismo amor a la libertad. Pero me parece importante que ese amor no sea ciego. Para amar algo, hay que conocerlo. Para amar la libertad y llegado el caso para defenderla, hemos de ser conscientes de sus límites y, en conse- cuencia, hemos de evitar absolutizarla ingenuamente. Me explico. Por muy importante que la libertad sea, es un principio político entre otros que también son importantes. Y no existe entre ellos una armonía preestablecida, sino que esos principios se inhiben mutua- mente. La política responsable ha de intentar buscar un difícil equi- librio entre valores políticos reñidos entre sí. Quizá se me entienda mejor si pongo algún ejemplo. La libertad es importante, claro que sí, pero también lo es la igualdad. Entiendo por igualdad no el absurdo intento de lograr que todos tengan exactamente los mismos recursos, sino el intento de garantizar a todos el disfrute de un bienestar mínimo que les permita vivir dignamente. En ese sentido, el principio de igualdad exige que todos tengan acceso a la educación, la sanidad o a un salario digno. El problema está en que para financiar estas prestaciones es nece- sario crear un sistema fiscal con cargas impositivas muy considera- bles. Dicho de otro modo: el único modo de financiar la igualdad es recortar una libertad tan básica como es el derecho de propiedad (a saber, la libertad que uno tiene de disponer de los bienes que legí- timamente le pertenecen). Como se ve, libertad e igualdad resultan enfrentadas: cada una crece a expensas de la otra. Esto podemos visualizarlo en términos geopolíticos. Como en la antigua Unión Soviética primaba el ideal político de la igualdad y esto se llevó a sus últimas consecuencias, no es de extrañar que bajo el régimen comu- nista no hubiera en ese país ni gota de libertad. Y, a la inversa, como en los Estados Unidos de América se respeta sobre todo la libertad individual, no es extraño que los impuestos sean muy bajos y no lle- guen para mantener un sistema de seguridad social como el nuestro, de suerte que en el país más poderoso del mundo hay quien vive en la miseria; en este caso la libertad ha crecido hasta devorar a la igualdad. Una dialéctica semejante se da entre los conceptos de libertad y seguridad. También estos principios amenazan con crecer y devo- rarse mutuamente. A todos nos gusta movernos libremente y nos molesta vernos sometidos a engorrosos controles policiales. A la vez, r s c e s e a li c j s t lí a e e t c

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