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490 LEONARDO R. DUPLÁ de que alguien tenga una obligación el que otros tengan un derecho correlativo de esa obligación? Para mostrar que no es así, basta recor- dar las múltiples obligaciones que tenemos hacia realidades distintas del ser humano. Es deber nuestro cuidar el medio ambiente, proteger el patrimonio cultural, no maltratar a los animales. Pero no por ello damos en pensar que un cuadro, un río o un lince tengan algo así como derechos. Ahora bien, si los conceptos de deber y de derecho no se impli- can mutuamente, puesto que cabe que haya deberes de una parte sin que haya derechos de la otra parte, entonces la tesis cristiana de que el hombre no tiene derecho a disponer ilimitadamente de sí mismo no está reñida con el reconocimiento de que tenemos el deber de no interferir en el modo de vida adoptado libremente por los demás. Incluso creo que deberíamos ir más lejos y no hablar en este con- texto simplemente de “tolerancia”, que es un término que implica condescendencia, concesión graciosa, sino de auténtico respeto. Este deber de respeto al otro se funda, no en el supuesto relativista de que no hay verdad moral, sino en el reconocimiento de la dignidad humana de mi prójimo. Lesiono la dignidad de mi prójimo si le hago de menos, si lo trato de un modo pedagógico o paternalista negán- dole la posibilidad de elegir su propio camino. Como se ve, los con- ceptos de dignidad y de deber desempeñan en la ética cristiana un papel mucho más fundamental que el concepto de derecho, que es, lógicamente, el concepto protagonista en la ética de las sociedades poscristianas. 6. LA CONVERGENCIA FINAL Termino ya. He sostenido que, de los múltiples sentidos en los que se dice la libertad, el más interesante y fecundo para una pers- pectiva filosófica abierta a la revelación cristiana es el de la libertad positiva. He sugerido también que la tarea de hacernos cada vez más libres es, en realidad, la tarea moral por antonomasia: al acortar la distancia entre los dos yoes (el empírico y el ideal) no sólo gano en autodeterminación en el sentido expuesto, sino que me hago cada vez mejor. Ésta es, según vimos, la razón por la que la ética puede cifrarse toda en el precepto “llega a ser el que eres”. y c r s i e v c v t li v r y ll l l a e 1 i

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