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488 LEONARDO R. DUPLÁ solo, ni por la vía de la purificación ni por la del conocimiento. Una novedad fundamental del cristianismo frente a lo que podríamos lla- mar el “atletismo moral” de la filosofía pagana, es, en efecto, la tesis de que al hombre no le bastan sus propias fuerzas para reconciliarse consigo mismo y recuperar de este modo la libertad perdida. Para salvarse el hombre necesita el auxilio de la gracia. Estas sencillas consideraciones ponen de manifiesto que, entre los múltiples sentidos que posee la palabra “libertad” en el len- guaje técnico de la filosofía, quizá ninguno se aproxime tanto a la comprensión específicamente cristiana de la libertad como ese que venimos denominando “libertad positiva”. No es de extrañar, por tanto, que siendo nuestra cultura en tan gran medida una cultura “poscristiana”, el prestigio de la libertad positiva haya disminuido considerablemente, mientras que la libertad negativa ha adquirido un protagonismo innegable. Para el hombre medio “libertad” ya no quiere decir reconciliación, consumación del propio destino, ni menos aún liberación del pecado, sino no-interferencia, ausencia de trabas, emancipación. En realidad, el proceso de “desalojo” de la libertad positiva que ahora vemos culminar se inició hace siglos, al ser reemplazado el uni- verso medieval por el mundo moderno. Pensemos en Hobbes, por poner un único ejemplo. Habiendo renunciado a la finalidad en la naturaleza y por tanto a toda idea de perfeccionamiento o consuma- ción de la condición humana, Hobbes define la libertad como “poder recorrer tantos caminos como sea posible”, es decir, como amplia- ción permanente del abanico de posibilidades de acción, y por tanto como eliminación de las trabas y limitaciones técnicas que restringen nuestro campo de maniobra. ¿No es el mundo de internet, los teléfo- nos móviles y los grandes aeropuertos internacionales la realización efectiva de la concepción hobbesiana de la libertad? En nuestros días, el eclipse de la libertad positiva está condi- cionado también por la trágica experiencia histórica reciente. En el artículo antes mencionado sobre la libertad positiva y la libertad negativa, Isaiah Berlin observaba que, siendo ambos conceptos legí- timos, la experiencia histórica enseña que la libertad positiva está mucho más expuesta a manipulaciones que la negativa. Partiendo de la distinción entre el yo fáctico, alienado, y el yo ideal, verdade- ramente libre, numerosas ideologías totalitarias del pasado siglo han s y c li s c c é r s li a r a c y c li l l

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