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HACIA UN ENFOQUE SOCRÁTICO DE LA ENSEÑANZA DE LA BIOÉTICA 407 l e - a . a l a e a a - , , - s - s - z a s - e r i, - De todo esto, que puede parecer una discusión un tanto bizan- tina, derivan conscuencias prácticas de gran importancia. Porque si esto es así, concluye Ockam, los mandamientos, los mandatos, las normas morales son primariamente actos de voluntad. Y si están dados o promulgados por quien tiene autoridad legítima para ello, obligan por el mero hecho de haber sido promulgados por él, no porque nos parezcan bien, o porque los consideremos razonables. Obliga todo mandato dado por quien tiene autoridad legítima para ello. Por eso obligan, dice Ockam, los mandamientos de Moisés, porque han sido dados por Dios, que tenía autoridad para promul- garlos. Y hay que cumplirlos por eso mismo, no por otra razón o motivo. Esta teoría va a tener una enorme influencia en la doctrina moderna del Estado civil. Porque siguiendo el argumento de Ockam, se dirá que las leyes civiles obligan siempre que estén dadas por quien tiene autoridad legítima para ello. Esa autoridad legítima va a atribuirse en principio al monarca, pero luego se dirá que reside en el pueblo, y que por tanto él tiene el poder soberano de promulgar leyes, bien directamente, bien a través de sus representantes. Éste es el origen de los regímenes democráticos. Pero esta doctrina no sólo influyó decisivamente en la consti- tución del Estado moderno. También tuvo un enorme influjo en la moral cristiana, en la ética religiosa. De hecho, la Teología moral como disciplina surge como consecuencia del movimiento nomina- lista. Durante la Edad Media la moral estuvo unida a la teología dog- mática o sistemática. Sólo en el Renacimiento se independiza como disciplina propia. Y lo hace con una estructura muy peculiar. Con- vencidos de las tesis ockamistas, los moralistas católicos van a orde- nar sus tratados en torno a los llamados mandamientos de Dios y los de la Iglesia, a diferencia de lo que había sucedido hasta enton- ces, que la conducta moral del cristiano se ordenaba en torno a las virtudes, siguiendo el modelo aristotélico. La razón de este cambio es clara: de lo que se trata es de exponer del modo más claro posi- ble cuáles son los deberes del cristiano, las obligaciones que tiene que cumplir. La Moral va a ocuparse de eso, y de los problemas de aplicación de esos mandatos genéricos a los casos concretos. De ahí que se convierta, en muy buena medida, en casuística. El primer manual escrito de esta manera lo publicó un jesuíta español, Juan Azor, el año 1600. La escisión entre católicos y protestantes estaba

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