NG200701016

406 DIEGO GRACIA propuesto la escuela tomista. Lo único con auténtica realidad es el singular, las cosas singulares. El rebajar los fueros y la capacidad de la inteligencia humana de esta forma no es para Ockam algo impor- tante, porque para él lo fundamental de la mente, tanto de la humana como sobre todo de la divina, no es la inteligencia sino la voluntad. De hecho, a Dios hay que concebirlo como voluntad pura, no como inteligencia pura. Eso es lo que vendría a significar la afirmación evangélica de que Dios es amor. Ockam considera una blasfemia la tesis mantenida por buena parte de la teología medieval, incluido Tomás de Aquino, de que las ideas universales se le imponen hasta al propio Dios, de tal modo que él no puede hacer, por ejemplo, nada que vaya contra el principio de contradicción. Ockam considera que si esto fuera así, Dios dejaría de ser Dios. Por eso, Ockam tiene que introducir, frente a la tesis aristotélica y tomista de la “libertad de elección”, que reduce la libertad a la elección racional entre las posibilidades que se le ofrecen al indivi- duo o al propio Dios (entre las cuales no puede estar, por ejemplo, el hacer cosas contra el prinicipio de identidad, o de contradicción, etc.), una nueva idea de libertad, que suele conocerse con el nom- bre de “libertad de indiferencia”. Esto le lleva a distinguir en Dios dos tipos de poderes o posibilidades, que Ockam denomina “poten- cia absoluta” y “potencia condicionada”. De potentia absoluta, Dios puede hacer lo que quiera, incluso cosas que vayan contra el prin- cipio de contradicción. De hecho, ese principio tiene validez por un acto de voluntad de Dios, que así lo ha querido. Dios ha querido que las leyes de la lógica sean las que son, y no otras. Y una vez queridas éstas, es evidente que no hará nada contra ellas. Pero ésta ya no es la potentia Dei absoluta, sino lo que Ockam llama potentia Dei ordinata. Pasemos ahora de la lógica a la ética. Yahvé dio a los israelitas las tablas de la ley, y Ockam, como teólogo cristiano, las acepta sin dis- cusión. Pero se pregunta si esos mandamientos son necesariamente así, de modo que Dios no hubiera podido querer los contrarios, por ejemplo, que el matar fuera bueno, o que el mentir fuera bueno, o si, por el contrario, son así de potentia Dei ordinata, pero no de poten- tia Dei absoluta. Y la tesis de Ockam, en contra de toda la tradición anterior, es que Dios hubiera podido querer que nos matáramos, o que nos odiáramos, e incluso que le odiáramos a él. t e e g s a e l e t c li v l c v e a

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