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424 DIEGO GRACIA así en situaciones concretas. Son los dos niveles, el ideal y el real de los juicios morales. “No debería haber guerras”, ni “debiera haber guerras”, pero las hay; más aún, “debe” habarlas, por ejemplo, como legítima defensa ante la invasión del propio territorio, etc. El inglés distingue estos niveles más fácilmente que nosotros, al utilizar para ello, lo mismo que hace el alemán, verbos distintos. Para el debería suele echar mano del verbo defectivo shall en su tiempo pasado, should, en tanto que el debe se expresa mediante el verbo ought to, en unos casos, y must, en otros . Así, el tiempo condicional de cual- quier verbo se construye con should, como en I should be (sería o estaría o, mejor, debería ser o estar), I should have (habría o tendría, o debería tener), I should walk (andaría o debería andar), etc. El ought to es un verbo que sólo tiene esa forma y que por tanto sirve para expresar obligación en cualquier contexto. Así, You ought to go, o They ought to do it, “debes ir”, o “deben hacerlo”, aunque tam- bién pueden traducirse como “deberías o debieras ir” y “deberían o debieran hacerlo” . Aquí el debería y el debiera son modos educados y suaves de decir a alguien lo que debe hacer. Más allá de los usos lingüísticos, es claro que no puede con- fundirse lo que “debería ser” con lo que “es”, e incluso con lo que “debe ser”. Es una distinción fundamental en ética. Para definir nuestros deberes, todos comenzamos imaginando si en un mundo ideal, bien ordenado, en el que todos los seres humanos pudie- ran vivir dignamente y desarrollar sus vidas en plenitud, ese valor debiera o no estar presente, es decir, si podría convertirse en ley en una sociedad bien ordenada o no. Es el nivel del debería. Así, por ejemplo, en una sociedad bien ordenada deberían convertirse en leyes los valores de verdad, de justicia, de amor y de paz, frente a los de mentira, injusticia, odio y guerra. Esto es tan evidente, que ninguna cultura ni sistema moral lo ha negado nunca. A pesar de lo cual, y dado que aún no hemos conseguido esa sociedad ideal bien ordenada, a veces, a la vista de las circunstancias reales, creemos posible e incluso necesario hacer excepciones a esos valores y justi- ficar, por ejemplo, la mentira piadosa, o la lesión de otro en legítima defensa, etc. El debería y el debe no coinciden, precisamente por- que el mundo real no se identifica con el ideal, por más que todos tengamos la obligación moral de hacer que converjan y lleguen a identificarse en el menor tiempo posible. a s v s v a f c t t c r l l s l a ti l

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