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HACIA UN ENFOQUE SOCRÁTICO DE LA ENSEÑANZA DE LA BIOÉTICA 423 r s y , s - - e - y r s - e - e a s s , a - e r - r e a é , se crea el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, no necesita deliberar, y por tanto no podrá hacerlo. La deliberación está reñida con el narci- sismo que, inconscientemente, todos tenemos y cultivamos. De ahí que el aprender a deliberar sea no sólo una escuela de vida sino tam- bién de salud psíquica. Quien sabe deliberar está menos dominado por sus fuerzas inconscientes, controla mejor su angustia, necesita menos de los mecanismos de defensa del yo, es menos vulnerable, precisamente porque no busca la invulnerabilidad. Saber que no se sabe es ya una gran conquista. El problema está en quien cree saber que sabe. Ése no sabe que no sabe. La deliberación es la vía regia para saber que no se sabe. Los partidarios del modelo instructivo de enseñanza acusan continuamente a este tipo de bioética de “relativista”. En realidad, consideran relativistas a todos los que no piensan como ellos. En cualquier caso, es una acusación que debe llevarnos a reflexionar sobre las bases o los fundamentos de la deliberación moral. ¿Sobre qué se delibera? ¿Hay principios absolutos, o todo es negociable? Lo primero que debe decirse es que no es lo mismo “negociar” que “deliberar”. Éste es uno de los errores que cometen continua- mente quienes acusan a este modelo de relativista, que confunden deliberar con negociar. La deliberación tiene “nieveles”, que pocas veces se explicitan. Estos niveles están muy claramente diferenciados en ciertas lenguas, como el inglés o el alemán, en tanto que otras, como el español, tiende a confundirlos. La razón de esto último se halla en que noso- tros utilizamos el mismo verbo, “deber”, para referirnos al nivel ideal de la moralidad y al real. No es, ciertamente, lo mismo utilizar el potencial o condicionado “debería”, o el pretérito de subjuntivo “debiera” o “debiese”, que el indicativo “debe” 21 . Hay muchas cosas que no “debieran” ni “deberían”, pero que sin embargo “deben” ser 21 Habría que preguntarse si el “debería” tiene o no carácter condicional, como suelen afirmar los gramáticos. De hecho, las afirmaciones de “debería”, por ejemplo, “debería no haber guerra” no tienen nada de condicionales. Como diría Kant, son imperativas y categóricas, no hipotéticas. Esta ambigüedad en el estatuto gramatical del “debería” es todo un signo de la oscuridad que reina en nuestro idioma respecto a este tema. Cf. E. ALARCOS LLORACH, Gramática de la Lengua Española (Madrid 1994) 155, 169. Tampoco está claro que “debiera” o “debiese” tenga un carácter “pretérito”. Cf. Ib ., 158-160 y 168-169.

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