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420 DIEGO GRACIA ner nunca sus propios puntos de vista, sus propias opiniones. De hecho, no opina prácticamente nunca. De ahí que no conservemos ninguna máxima moral suya. No se nos ha transmitido más que una, que dice: “Es mejor sufrir la injusticia que provocarla”. Sócra- tes no intenta adoctrinar a sus interlocutores. Se halla a mil leguas de lo que hemos llamado aquí el modelo “doctrinal o instructivo”. Sócrates no instruye en ninguna doctrina. Él dice que no tiene doc- trina propia. Muchos de sus interlocutores no le creyeron, y de ahí procede la acusación de irónico. Diciendo que lo único que sabe es que no sabe, Sócrates estaría riéndose de los demás. Y el colmo del sarcasmo es que, después de hacerles ver que no tenían razón en sus anteriores planteamientos, no les decía cuál era el correcto. Casi todos los diálogos de Platón tienen un doble título. De una parte, un nombre propio, que suele ser el del interlocutor de Sócrates, y de otra, el tema de que se trata en el diálogo. Del primer periodo, del periodo socrático, son los diálogos: Critón o del deber, Laques o del valor, Hippias menor o de lo falso, Gorgias o de la retó- rica, Alcibíades o de la naturaleza del hombre, Menón o de la vir- tud, Ión o sobre la poesía, Hippias mayor o de lo bello, Cartilo o de la exactitud de las palabras, Eutifrón o de la piedad. El único diálogo de la primera época que se sale de este esquema es la Apología de Sócrates. Todos estos diálogos de la primera etapa se denominan también socráticos o aporemáticos, porque en cada uno de ellos se discute un problema, pero casi ninguno llega a una solución. Y es que Sócrates no acaba diciendo lo que es la virtud, o lo que es la piedad, o el valor, etc. No hay duda que esto debía producir cierta frustración en sus interlocutores. Es claro que Sócrates no adoctrina, no instruye en una doc- trina. Pero sin embargo tampoco hace gala de neutralidad ante los valores. Muy al contrario, se muestra muy beligerante en su análisis, dedicándole mucho tiempo y toda la agudeza intelectual de que es capaz. Esa agudeza le sirve, no tanto para decir qué es la virtud, o qué es la piedad, sino para analizar lo que no es. Y esto lo hace con razones. Sócrates utiliza la razón para buscar las incoherencias de las posturas tenidas por correctas. Por eso Vlastos considera que su método es la “refutación” ( élenkos ). No es que no le interese la parte positiva; es que considera que esta parte tiene que dictarla el daímon que todos llevamos dentro. No está dicho que los valores tengan que ser los mismos para todos. Pero en cualquier caso, esos v v c c a c t g a r l l r c s f s r L l ll

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