NG200701016

HACIA UN ENFOQUE SOCRÁTICO DE LA ENSEÑANZA DE LA BIOÉTICA 413 , y - . s s s e - a s a - s l l l r - s e - a a n libertad de conciencia. Se trata de cuestiones privadas, en las que el Estado no puede entrar como parte; más aún, se trata de cuestiones “íntimas”, ya que están protegidas por el derecho a al intimidad de las personas. Nadie puede entrar en ese santuario, el de la intimidad, sin el debido permiso. Se trata de una verdadera profanación. De ahí que poco a poco fuera haciéndose consustancial a la mentalidad liberal moderna la no beligerancia en cuestiones de valor. Estas materias se consideran privadas, íntimas, y por tanto sobre ellas no se discute, y menos en público. Cada uno sabrá cómo debe manejarlas en su vida, de acuerdo con sus particulares creencias y valores. Es más, en las sociedades liberales más avanzadas, la discusión sobre estas cuestio- nes, sobre todo si se prolonga en el tiempo, es vista como una falta de educación, cuando no como una impertinencia. Este principio de neutralidad axiológica no hizo más que incrementarse con el auge de la mentalidad positivista, durante la segunda mitad del siglo XIX. Lo único contrastable científicamente, y sobre lo que cabe discutir razonablemente, son los “hechos”. Sobre los valores no cabe discusión posible. Son opciones más emocionales que racionales, que cabe respetar pero no argumentar. De ahí deducirán los neopositivistas lógicos que son proposiciones sin sentido veritativo. A la altura de 1919 afirmaba Max Weber ante los estudiantes de la Universidad de Munich que al profesor univer- sitario hay que exigirle “que tenga la probidad intelectual necesaria para comprender que existen dos tipos de problemas perfectamente heterogéneos: de una parte la constatación de los hechos, la deter- minación de contenidos lógicos o matemáticos o de la estructura interna de fenómenos culturales; de la otra, la respuesta a la pre- gunta por el valor de la cultura y de sus contenidos concretos y, dentro de ella, de cuál debe ser el comportamiento del hombre en la comunidad cultural y en las asociaciones políticas. Si alguien pre- gunta que por qué no se pueden tratar en el aula los problemas de este segundo género hay que responderle que por la simple razón de que no está en las aulas el puesto del demagogo o del profeta” 3 . Esta tesis de la neutralidad axiológica dejó de tener vigencia en filosofía en las primeras décadas del siglo XX, pero ha seguido manteniendo su importancia en otras muchas áreas. El ejemplo más 3 M. WEBER, El político y el científico (Madrid 1969) 212-213.

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