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412 DIEGO GRACIA Éste ha sido el gran descubrimiento de la mentalidad liberal, su gran aportación. Todos los seres humanos tienen derecho, en principio y salvo excepciones, a llevar a cabo su vida de acuerdo con su sistema de valores y creencias. Adviértase que en esto hay ya una afirmación moral de enorme trascendencia, que fue precisa- mente el pensamiento liberal moderno el que formuló con claridad. Se trata de la necesidad de considerar que todos los seres humanos son respetables, y que por tanto se hallan dotados de una cualidad moral intrínseca; es decir, que son sujetos morales. Por más que sus contenidos morales puedan variar y varién de hecho, hay algo en lo que todos coinciden, y es en ser depositarios de esos derechos humanos básicos, como es el de libertad de conciencia. No puede extrañar que quienes así pensaban formularan claramente, por pri- mera vez en la historia, el “principio de universalización”, ni que a través de las revoluciones liberales extendieran los derechos civiles y políticos al conjunto de los ciudadanos, ni, en fin, que elevaran a la categoría de valor moral máximo la “autonomía”. Como es bien sabido, el término autonomía, que en la Grecia clásica tenía un sen- tido estrictamente político, no cobró contenido moral hasta el siglo XVIII, especialmente hasta la obra de Kant 2 . Los seres humanos son libres, autónomos e iguales. Estos fueron los principios básicos de la mentalidad liberal. El Estado no es una estructura natural, como pensaron los antiguos, sino el resultado de un consenso de voluntades de los seres humanos. El Estado se constituye a través de un acto moral, el que da lugar al llamado “contrato social”. Por eso las teorías políticas modernas son contractualistas. El Estado, en consecuencia, no surge para lesionar los derechos humanos de los individuos sino para protegerlos. Su función básica es permitir a los seres humanos, ahora ya los ciuda- danos, el que puedan llevar a cabo sus vidas de acuerdo con sus valores y sus creencias. Esto es tanto como decir que el Estado tiene que ser “neutral” por necesidad. No puede involucrarse en cuestio- nes de valor, dejándolas para la esfera privada de las personas. De este modo, se produce un fenómeno muy curioso, que es la “privatización” de todos los espacios protegidos por el derecho a la 2 Cf. J.B. SCHNEEWIND, The Invention of Autonomy: A History of Modern Moral Philosophy (Cambridge 1998). li “ e c s i s y S e s l s i g l g e e

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