NG200701015
378 ALEJANDRO VILLALMONTE existencia (antes de cualquier acto personal consciente y libre) en desgracia de Dios, en pecado. Portando una natura- leza viciada, corrupta, reo de eterna condenación 4 . 3) Afirmaciones consiguientes. Las llamadas ‘consecuencias del pecado original’. Las más perniciosas (internas y escatoló- gicas) se han mencionado antes, pues son inseparables del señalado como núcleo duro. Otras más perceptibles serían la sujeción a muerte y a los sufrimientos incontables de la vida. Considerados desde ahora como castigos de Dios por el pecado del protoparente y de todos en él. Consecuencias especialmente terribles para la sensibilidad humana y cris- tiana del hombre actual. 4) El PO, como “pecado permanente ”. Afirmación que es rigu- rosamente exacta en la dogmática protestante. Los católicos dicen que el bautismo borra todo lo que tiene razón de pecado en el PO. Pero éste pervive en sus consecuencias: la concupiscencia y los castigos impuestos por Dios. Distinción bastante “bizantina-escolástica”. Porque el PO habría desapa- recido en su realidad abstracta, metafísica, pero seguiría vivo en el plano operativo, dinámico, existencial. Mediante la con- cupiscencia , “hija del pecado y madre del pecado” (Agustín). La cual implicaría en cada individuo la “dura necesidad de pecar” ( peccandi dura necessitas ). El PO es creído y predi- cado como una ‘permanente fuerza de pecado’ que opera en la historia y en el corazón de cada individuo 5 . 5) El PO como “dogma” de la Iglesia católica. Para justipreciar la influencia del PO en origen del ateísmo es indispensable tener en cuenta este hecho: la enseñanza sobre el PO ha 4 Las numerosas calificaciones (descalificaciones) que Agustín aplica al hom- bre ‘caído’ las recoge A. SAGE, “Le péché originel dans la pensée de saint Augustin”, en Études Augustiniennes 15 (1969) 75-112. Las más conocidas y temibles serían éstas: por el PO la raza humana se torna en ‘masa de pecado, de perdición, de con- denación’. También el concilio de Trento tiene frases terribles al respecto, DS 1512. 1521. 5 La concupiscencia del hombre caído es “hija del pecado y madre del pecado”. Y, según el Obispo de Hipona, implica la “dura necesidad de pecar” (pec- candi dura necessitas). La concupiscencia estaría encarnada, sobre todo, en la libido sexual. El concilio Tridentino recoge la fórmula agustiniana, DS 1515. c c r c s t “ A l p d e j A
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