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396 ALEJANDRO VILLALMONTE supera jamás. Y desde otro ángulo: que no se le hable de un Dios que castiga como culpable a cada individuo humano desde el pri- mer instante de su existencia. Un concomitante inseparable del dogma del PO ha sido el mito y teología de la pena, de la satisfacción penal . Que tiene su manifes- tación cumbre en la teoría de la muerte expiatoria del Hijo de Dios. Su más célebre promotor y como titular es Anselmo de Canterbury. La conexión de esta teoría con el dogma del PO es evidente. Son inseparables. Ante el hecho del inmenso pecado de Adán, el mayor posible en ser humano (Agustín), ofensa infinita al honor a la Majes- tad divina (Anselmo), la encarnación y muerte expiatoria del Hijo de Dios se hizo necesaria: si Adán no hubiese pecado el Hijo de Dio son se hubiese encarnado ni muerto en la cruz. Después de la solemnidad, con la que tal teoría ha sido reci- bida por el cristianismo occidental, la teología contemporánea está siendo muy taxativa al enfatizar su influencia negativa en la historia del cristianismo y del mundo cultural en que éste ha vivido: “La teo- logía de Anselmo ha contribuido a fabricar la imagen del Dios cruel, sanguinario y, en definitiva, repulsivo” 30 . En esta misma dirección enjuicia la teología de la satisfacción penal el investigador R. Girard: “Los esfuerzos que se han hecho para explicar este acto sacrificial, no han conducido más que soluciones absurdas: Dios tiene necesidad de vengar su honor comprometido por el pecado de la humanidad. Y no sólo exige una víctima, sino que reclama la víctima más preciosa y más querida, su propio Hijo. Este postulado ha hecho, sin duda, más que cualquier otra cosa, que el cristianismo quede desacreditado ante los ojos de los hombres de buena voluntad en el mundo moderno. Tole- rable todavía en la mentalidad medieval, se ha hecho intolerable para la nuestra y constituye la piedra de escándalo por excelencia para un mundo que se rebela completamente contra el sacrificio (subrayado mío) 31 . 30 L. MALDONADO, La violencia de lo sagrado. Crueldad ‘versus’ oblativi- dad o el ritual del sacrificio (Salamanca 1974) 239. Cf. J.Mª. CASTILLO, Víctimas del pecado (Madrid 2004) 13-154. J.A. ESTRADA, La imposible teodicea , 143-155. 31 R. GIRARD, El misterio de nuestro tiempo. Claves para una interpretación teológica (Salamanca 1982) 213-214. Nietzsche, siempre desmesurado hablando con- tra el cristianismo, llega a la indignación hablando contra el Dios que se inmola a sí f c c r e l g o p a

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