NG200701015

EL DOGMA DEL PECADO ORIGINAL Y EL ATEÍSMO MODERNO 385 a r . l- , e - - r y a a l l , a - a - e l. - , n - e Es importante tener en cuenta la doctrina del PO que conocían, al menos en forma más próxima y directa, los hombres de la Ilustra- ción. Era la versión protestante, jansenista, pascaliana, agustinense de la misma. Las dominantes en las regiones de Europa, donde el fenómeno de la Ilustración se manifestó más vigoroso. Todas ellas coincidían y hasta extremaban la tradicional enseñanza de Agustín sobre la naturaleza humana congénitamente viciada, corrompida a fondo por el PO. Cierto, la teología católica de la Contrarreforma (en su mayor parte) había introducido notables mitigaciones en la mencionada figura el PO. Pero tal vez sería demasiado exigirles a los “philosophes” de la Ilustración el que conociesen estos reajustes y matizaciones teológicos. Sobre todo, porque, en la pastoral y vida concreta, las distancias entre aquellas tendencias y la propia Contra- rreforma quedaban muy acortadas. En un extremo del espectro está Lutero con sus tenaces ataques a la ‘ramera razón’ (Hure Vernunf) y su defensa tenaz de la ‘libertad esclava’ (de servo arbitrio). Y en el otro el Humanismo, defensor de la excelsa dignidad de la naturaleza que Dios creó sana, vigorosa, íntegra ( dignitas naturae conditae ). Parece seguro que no todos los “philosophes” de la Ilustración –adoradores de la Razón y de la Libertad– llegaron al ateísmo confe- sado y explícito. Pero el Humanismo radical que profesaban, llevaba, casi inevitablemente, al ateísmo explícito y sistemático. El dogma del PO (con la constelación de afirmaciones que lleva consigo) implicaba una visión de Dios, del hombre y de su actividad en el mundo y en la historia frontalmente opuesta a los ideales del Humanismo ilustrado. En efecto, el PO es una tesis, diríamos, de antropología teoló- gica, que implica una determinada visión del hombre. Éste es el infor- tunado “hombre caído”. En el cual se cumple, por parte de teólogos y predicadores, el adagio popular: “del árbol caído todos hacen leña”. Durante siglos han llovido sobre este mísero ‘hombre caído’ la sarta de improperios que inició Agustín de Hipona y que hoy nos parecen inadmisibles en lenguaje cristiano: masa de pecado, de perdición, de condenación ; sometido a dura necesidad de pecar ( peccandi dura necessitas ); castigado a vivir en un valle de lágrimas. Durante siglo estas frases no se retiraron del lenguaje cotidiano. Incluso se exacer- baban por determinados autores y en determinados momentos. ‘giro antropológico’ fue recibido como un auténtica “oportunidad de renovación” por los teólogos de entonces, como K. Rahner y E. Schilleebeckx.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz