NG200701014
368 LUIS ROSÓN ordenar la amplitud de la Historia y siente la exigencia de un ordena- dor superior a él. “A veces tiene el acierto de dar a las cosas su ver- dadero nombre y llama Dios a eso que necesita. Otras, orgulloso de su fingida suficiencia, no quiere o no sabe traspasar con su vista los diversos cendales naturales o históricos que a un tiempo ocultan o explicitan la operación divina; y en lugar de adivinar a Dios... prefiere apoyar su vida en las causas segundas de que Dios se vale” 34 . El hombre es un ser histórico, pero su vida no queda total- mente hundida en la temporeidad. La historicidad humana es esen- cialmente distinta a la del animal o a la de la piedra. El hombre es algo más que Historia, ha defendido nuestro autor frente a Ortega y Gasset 35 . Nuestra vida se realiza mediante acciones sucesivas. Cada una de ellas tiene una íntima referencia a nuestro “yo” personal; esta ligazón es la que permite calificarlas como “mías”. Nuestras accio- nes no se suceden con total independencia: cada una de ellas es, en algún grado, dependiente de la anterior –deudora del pasado–, y con las que la precedieron y las que la seguirán va a formar la variada melodía vital de nuestra persona. El sentido de esto hay que buscarlo en el yo central, que extiende su posesión a las notas y permanece igual a través de los años. La historicidad humana tiene su fundamento en este punto sobrehistórico y extratemporal, el hombre es histórico porque es también eterno. Y este resquicio de eternidad, ¿no nos dice que hay en nosotros un quid divinum y que, por tanto, en nuestro mismo ser hay una misteriosa participa- ción de la divinidad que nos eleva sobre el nivel del tiempo y de la Historia? La historicidad humana tiene en Dios su primera condición de posibilidad y en Él tiene también su principal modulator 36 . 2.3. D IOS , SUMO BIEN DEL “ COR INQUIETUM ” DEL HOMBRE Y no es también Dios el ultimo fin de la carrera histórica del hom- bre? Sabemos que el objetivo final de nuestra constante proyección al futuro es la búsqueda de la felicidad perfecta, sólo realizable en la 34 ID., Menéndez Pelayo (Madrid 1944) 184. 35 Cf. ID., La espera y la esperanza (Madrid 1958) 2 ed., 72-73. 36 Cf. Ib ., 580ss. q l o s e r e l i c e c e “ t t c e
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