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364 LUIS ROSÓN El silencio es la forma suprema de comunicación. Ha escrito Ortega y Gasset: “Y luego habrá quien nos diga:”Vamos a hablar ‘en serio’ de tal cosa”. ¡Como si eso fuese posible! ¡Como si hablar fuese algo que se pueda hacer con última y radical seriedad, y no con la conciencia dolorida de que se está ejecutando una farsa –farsa, a veces, noble, bien intencionada, incluso “santa”, pero a la postre, farsa! Si se quiere de verdad, hacer algo ‘en serio’, lo primero que hay que hacer es callarse” 25 . El silencio de la relación personal no es obstinada voluntad de callarse. Ni es tampoco simple descanso del trabajo de hablar. Ni es expresión de un vacío interior. Más que de la escasez, el silencio coefusivo nace de la abundancia interior. Con relación a la palabra, esta callada plenitud es a la vez principio y fin Antes que nazca el coloquio amistoso precede un silencio. En él el alma se empapa en la realidad del otro. Por eso “todo coloquio amistoso no puede, no debeser otra cosa que un intercambio verbal entre dos silencios” 26 . La tansparencia del silencio coefusivo revela de modo gratuito el ser del otro y a través de él, toda la realidad. Terminemos este punto con estas palabras de Laín Entralgo: “ Creo, con los antiguos griegos, que la amistad es una virtud vital- mente necesaria para el hombre: “Sin la amistad nadie podría vivir”, enseñaba Aristóteles a Nicómaco. Y puesto que es necesaria, la amistad constituye uno de los supuestos naturales de toda perfec- ción humana, así ética como noética. Todo conocimiento procede de cierta “amistad” con lo conocido; todo acto decoroso o loable hace notar al amigo el bien y lo que de bueno hay en todos los hombres. Por eso he propuesto más de una vez esta amistosa consigna: ‘amica veritas sed etiam amicus Plato’. El arte de ser amigo consiste, según verbal supone un objeto. Cuando mis palabras van dirigidas a un amigo, además de tener un significado objetivo adquieren una triple intencionalidad: 1º) Porque son mías y van dirigidas a él, son el vehículo de una confesión; con ellas manifiesto una parte de mi intimidad. 2°) Son también el símbolo de mi actual donación de ser y, a la vez, 3°) prometen una fidelidad a la vinculación amistosa que en aquel momento estamos viviendo. Así vemos que el habla es, a un mismo tiempo: confesión donación y promesa. De ahí que cambie la profundidad del compromiso que encierra. En el diálogo personal me comprometo ante el otro, ante su ser de persona. Si en la conver- sación funcional el otro quedaba diluido en el mundo, ahora para mí todo el mundo es el otro. En el fondo nuestra amistad es la garantía de nuestra mutua veracidad. 25 Cit. en Ib ., 255. 26 Ib ., 258. e c s 2 e a a 2 i f a

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