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302 LUIS ANDRÉS MARCOS se ha ido colocando para situarla, por fin, en los motivos y razo- nes fundamentales que, en tanto que hombre en-carnado, la han guiado. Sería algo así como recuperar el espacio del hombre mismo en su propia obra; establecer la significación de la propia obra en la vida total del hombre. Y si en toda vida es necesario hallar el sig- nificado de nuestras obras producidas, más aun en quien ha tenido por profesión ser profesor. Pues es sabido que, si bien la enseñanza es transmitir contenidos, no es menos cierto que tales contenidos nunca van exentos de algún sentido humano y este procede más del hombre que se es, que del contenido que se transmite. Sin que- rer por ello defender que la obra se deduzca de la biografía, sí es posible, en cambio, pensar que la vida, si no es causa de la obra sí es su ocasión. “Es cierto, dice Merleau-Ponty, que la vida no explica la obra, pero también es cierto que la vida y obra comunican. La verdad es que esta obra a realizar exigía esta vida (cursivas del texto)” 1 . Y si es cierto que estamos cautivados por la eficacia del experto, hemos de reconocer que a las veces, tal eficacia no es fecunda dado que no tiene capacidad para engendrar. La eficacia no es definitivamente fecundidad, pero nuestro tiempo las confunde y valora prefiriendo la primera. Pues bien, aún reconociendo que “ la verdad de lo que pasa en el secreto seno del tiempo, es el silencio de las vidas, y que no puede decirse ”, pero que por eso mismo, como diría María Zambrano 2 , es lo que se tiene que escribir, me atrevo, para responder adecuadamente a este homenaje, y como agradecimiento a la invitación, hablar acerca del hombre. Y para ello quisiera decir algo acerca de la trans- parencia en el lenguaje . Si comenzamos por buscar al primer texto que sobre el lenguaje se escribió, nos encontramos con el Cratilo de Platón. Allí descubri- mos que cuando Sócrates quería convencer a Cratilo de que los nombres pueden nombrar falsamente, lo argumentaba recurriendo a la pintura; “ ¿Es posible o no distribuir estos dos tipos de imitaciones, las pinturas y los nombres antes citados, y hacerlos corresponder a 1 M. MERLEAU-PONTY, Sentido y sinsentido (Barcelona 1977) 48. En esta obra hay un interesante estudio sobre la relación vida/obra a propósito de P. Cézanne (“La duda de Cézanne”, pp. 33-56). 2 M. ZAMBRANO, Hacia un saber sobre el alma (Madrid 1989) 33. l r s ( s s v 2 L a l ( f p q v R

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