NG200701008

EDITH STEIN: FILOSOFÍA Y CONTEMPLACIÓN 231 a e - - - s s a - a a a a e a s , e a e , y - . era manifiesto; por eso, de forma retrospectiva, ella misma recono- cería que el ingreso en la universidad y todo lo que fue sucediendo en su acontecer no eran hechos fortuitos, sino obra de la providencia divina que fue guiando sus pasos: «Me propongo una carrera acadé- mica y escojo para ello una universidad adecuada que me da garan- tías para cursar mis estudios con provecho. Esto está dentro de una coherencia oportuna, llena de sentido. Que encuentre en aquella ciu- dad una persona que ‘por casualidad’ estudia en la misma, y un buen día, ‘casualmente’ hable con ella sobre problemas de cosmovisión, no tiene, a primera vista, una coherencia razonable. Pero si, después de años, contemplo mi vida transcurrida, descubro que aquella con- versación fue de una influencia capital en mí, tal vez más importante que toda la carrera, y me viene el pensamiento de que quizá me fui a esa ciudad justamente por aquel encuentro, que ‘tenía que ir’ a esa ciudad. Lo que no estaba en mis planes estaba en los planes de Dios . Y cuanto más veces experimento cosas como éstas, más viva se me hace la convicción desde la fe que para Dios no hay casualidades» 10 . Sin duda, este episodio de su encuentro con el filósofo es sin- tomático de la necesidad que existe de abrir la puerta de la fe, con la fuerza y rigor que emana de una mente preparada, formada en la filosofía, en la teología y en la ciencia, a cualquier ser humano. Puede tomarse, además, como una invitación a no silenciar en nin- gún caso –y menos cuando se tiene enfrente a jóvenes inquietos–, la fuerza arrebatadora del Evangelio. Induce a compartir la propia fe en todo instante lejos de prejuicios y elementos disuasorios, que, pese a ser engañosos, podrían ser justificados humanamente, olvi- dando que no son reconocidos evangélicamente: «A todo el que me confesare delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre, que está en los cielos; pero a todo el que me negare delante de los hombres, yo le negaré delante de mi Padre, que está en los cielos (Mt 10,33)». Nada de esto es trivial. Lo prueba la con- fesión de una brillante joven intelectual, como era entonces Edith Stein, reconociendo ante el mundo entero que las conferencias pronunciadas por Max Scheler fueron para ella, como para otros 10 E. STEIN, Endliches und Ewiges Sein. Versuch eines Aufstiegs zum Sinn des Seins , II, (Friburgo-Basilea-Viena 1986) 109ss.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz