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230 ISABEL ORELLANA Pero la joven tenía miras más altas. En su intención ya estaba vivo el radicalismo en la investigación manifestado en su forma de llevar al límite lo que se proponía, una actitud que después se tor- naría en radicalismo evangélico. Por eso, la cercanía con el judío converso Scheler, que hablaba de la verdad con un matiz novedoso para la joven filósofa, no fue un hecho cualquiera. Cabe pregun- tarse, ¿qué hubiera sucedido si el filósofo Scheler no hubiera trans- mitido sus convicciones a estos jóvenes? Hoy, quizá, no estaríamos hablando de una santa. Sin embargo, la audacia del pensador, más allá de la clarividencia de la visión filosófica que poseía, contenía otros matices extraños al raciocinio; por eso caló hondamente en el ánimo de Edith: «Con genial agudeza hace ver Scheler a Edith que sólo la religión hace que el hombre sea hombre» 8 . Eso era, jus- tamente, lo que Edith estaba buscando. Todavía no había entrado en el campo de la fe en esos instantes –como ella misma refirió más tarde–, pero le sirvió para descubrir que, efectivamente, esa pequeña luz, la intuición que había tenido respecto de la existencia de una verdad distinta a la ofrecida por la filosofía, estaba ahí, a dos pasos de ella. Scheler era un hombre de oración que buscaba a Dios. Esa realidad vital, y no otra, conmovió a la joven filósofa. De repente, quedó derrocada la razón, y Edith pudo arrojar lejos de ella los presupuestos racionales en los que había estado viviendo: «Las barreras de los prejuicios racionalistas, en las que me había criado, sin saberlo, cayeron, y el mundo de la fe se presentó súbitamente ante mis ojos. En ese mundo vivían personas con las que yo trataba a diario y a las que admiraba. Ese mundo sería digno al menos de una seria y viva reflexión» 9 . Una persona profunda, como era ella, no tuvo que hacer ningún esfuerzo para aceptar que el mundo nuevo que se abría ante sus ojos era digno de ser examinado y tenido en cuenta muy seriamente. Y, naturalmente, aceptó ese reto de inmediato. Si Edith no hubiese explorado lo que la vida ponía ante su corazón anhelante llevándolo hasta las últimas consecuencias, segu- ramente su encuentro con Scheler no habría tenido ningún relieve. Pero su espíritu penetrante y su capacidad de observación y reflexión 8 T. a MATRE DEI, Edith Stein. En busca de Dios (Estella 2000) 50. 9 Ib., 51. e c e t c v a c t l l g l f c e f S S

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