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EDITH STEIN: FILOSOFÍA Y CONTEMPLACIÓN 227 - r a a - - ., a é e l - a e a e a s a , a s - a , y e s el mundo existe independientemente de toda conciencia si sólo se nos revela a través de experiencias conscientes? Son interrogantes bien conocidos por Edith que enmarcan su preocupación y primeras disquisiciones en el ámbito intelectual. Para Husserl el mundo es el lugar de la verdad. La máxima fenomenológica, « volver a las cosas mismas » se resolvía en volver al mundo como fuente de verdad. Es decir, que la dilucidación del origen de la verdad desde esa perspectiva se obtiene en la pregunta sobre el sentido del mundo. Pero Edith, aun admirando los trabajos del profesor, partió de la idea de que la verdad no es patrimonio de nadie. Había tomado contacto con la doctrina husserliana en sus pri- meros años de vida universitaria, mientras trabajaba en problemas de psicología del pensamiento. Las Investigaciones lógicas le ofrecían un camino filosófico prometedor por cuanto llevaba a la superación del idealismo, asunto del que quería hablar con Husserl. Pero cuando se produjo su encuentro con él, ya había aparecido su nuevo trabajo Ideas para una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica . En esta obra Edith vio un regreso a una forma de idealismo que ence- rraba de nuevo al yo en el subjetivismo, impidiendo su acceso al ser. Lo discutió con el profesor y no quedó convencida de sus explicacio- nes. La tesis sostenida por Husserl de que el mundo objetivo externo puede ser objeto de conocimiento, pero sólo alcanzado por diversos sujetos que se encuentran en una relación de intercambio cognosci- tivo o de comprensión, de tal modo que la experiencia de otros indi- viduos se convierte en un presupuesto para el propio conocimiento del mundo, chocaba con la intuición que Edith tenía de que estamos hechos para conocer lo que son las cosas y lo que somos nosotros mismos. No obstante, esa experiencia de intercambio personal «Ein- fühlung» , sustentada por Husserl, y traducida por «empatía», despertó su deseo de poder realizar la tesis sobre el estudio de la empatía en cuanto proceso cognoscitivo, aunque fue un término que Husserl no había precisado. Esa investigación emprendida por Edith la condujo a una concepción «personalista y espiritualista» del hombre. Vería en él un ser irreductible a la propia naturaleza. Un ser con conciencia, y, en primer lugar, conciencia de sí mismo. Entre 1914 y 1916, mientras Edith llegaba a estas y otras con- clusiones, se enrola como voluntaria en un hospital de infecciosos, actividad por la que fue premiada con la medalla al valor. El sufri-
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