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226 ISABEL ORELLANA serio trata de buscar la verdad (y no de acumular meros conocimien- tos aislados), tal vez se halle más cerca de Dios de lo que él mismo se imagina, más cerca de ese Dios, que es la misma verdad, y, por lo mismo, más cerca también del propio centro […] Quien busca sinceramente el bien, es decir, el que está pronto a hacerlo en todo momento, ha tomado ya su partido y ha depositado su voluntad en la voluntad divina, aun cuando no tenga conciencia clara de que el bien se identifica con lo que Dios quiere» 4 . Con esta actitud rigurosa y el sincero deseo de hallar la res- puesta, en su primera andadura académica abordó numerosas cues- tiones abiertas de distinto orden: antropológico, ético, espiritual, etc., de las que brotaban preguntas de carácter último, esenciales para la existencia: ¿qué lugar ocupa en el mundo la persona humana, qué relación guardan entre sí alma y espíritu?, entre otras. El amor que Husserl profesaba a la verdad abrió ante ella un nuevo horizonte. El profesor había subrayado la característica que se esconde en la acti- tud natural o capacidad de tomar conciencia de una persona acerca de lo que le rodea; de recordar, opinar, juzgar, etc., poniendo de manifiesto la forma de relacionarnos con ese mundo del cual forman parte los objetos que llaman nuestra atención, que nos preocupan y que lo pueblan. En ese trasfondo se enmarca el objeto concreto a tener en consideración, y la situación planteada a nuestra mente se presenta sin tener en cuenta el carácter o la función que desempeña en el proceso de la experiencia. Husserl pensaba que cuando nos disponemos a controlar la validez de nuestro saber acerca del mundo surgen problemas que exigen un nivel de reflexión distinto al de la actitud natural. ¿Cómo podemos, en la interioridad de la conciencia, conocer el mundo que queda fuera de ella?, ¿qué valor tiene nuestra pretensión de poseer verdades acerca del mundo si nosotros mismos somos seres mundanos, cuyas experiencias son sucesos de ese mismo mundo que reclamamos conocer? ¿cómo podemos decir que posee- mos una verdad definitiva acerca del mundo si éste no se nos revela nunca del todo, sino sólo de parte en parte, de aspecto en aspecto, en series de experiencias que pueden ser una y otra vez corregidas y refutadas por nuevas experiencias?, ¿cómo podemos confiar en que 4 E. STEIN, Ciencia de la Cruz. Estudio sobre San Juan de la Cruz (Burgos 1989) 200. 204. e f a s s I r L s t v f s c a é e c a

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