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EDITH STEIN: FILOSOFÍA Y CONTEMPLACIÓN 253 a - a - a a e - a e e . s a - s a , s a e a , - s s s e e - tes, no acaba nunca, no retrocede ante la fealdad o la inmundicia. El amor natural tiende a acaparar a la persona amada para poseerla en exclusiva. Cristo ha venido para rescatar a la humanidad y restituirla al Padre. Quien ama con este amor, ama a las personas para Dios, y no en provecho propio. Este es el camino más seguro de no perder nunca a los que amamos así. Porque cuando por nuestro amor colo- camos a una persona en el corazón de Dios, nos hacemos uno con ella en él, mientras que la pasión de poseer a menudo –tal vez siem- pre, a la larga o a la corta– lleva a la pérdida» 60 . Todos sus trabajos en el Carmelo llevan el sello indeleble de este amor a Dios. Una vez comprendido el alcance del sacrificio de Cristo que se ha inmolado por toda la Humanidad, Edith no vacilaría y mos- traría su determinación a unir su destino al suyo. Ella, que no había perseguido jamás glorias de este mundo ni antes ni después de su ingreso en el Carmelo, no escondió «segundas intenciones». Su voca- ción, genuina, perseguiría únicamente la entrega absoluta a Dios. Así se explica su valiente abrazo a la cruz en un sacrificio expiato- rio con el que finalmente entregó su vida. En la palabra «cruz» vio escrito el destino de su pueblo. Por eso, y pensando que todos los que comprendiesen que se trataba de la cruz de Cristo deberían abrazarse a ella, Edith, que había adoptado a propósito el nombre de sor Teresa Benedicta de la Cruz, pudo decir casi al final de sus días sin arredrarse lo más mínimo: «hoy tengo un conocimiento más exacto de lo que significa estar desposada con el Señor bajo el signo de la cruz», añadiendo: «nunca será posible comprenderlo del todo, por tratarse de un misterio» 61 . El último destello de su vida frente a la cruz que se le ofrecía fue abrazarse a ella intentando comprender el designio divino que parecía abatirse sobre el pueblo judío. Éste, desdichado heredero de las consecuencias históricas de la muerte de Cristo, que se encierran en aquellas palabras de resonancias devastadoras pronunciadas por sus antepasados ante Pilatos: «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos» (Mt 27,25), ha experimentado el peso de este despropósito gravitando desde entonces como una cruel profecía sobre todos ellos. Edith se sentiría solidaria con su pueblo y acep- 60 Cf. W. HERBSTRITH, Edith Stein. Wege zur inneren Stille (Aschaffenburg 1987) 61ss. 61 Cf. T. a MATRE DEI, Edith Stein. En busca de Dios , 247.
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