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EDITH STEIN: FILOSOFÍA Y CONTEMPLACIÓN 251 s s a - . i a a s - , e - s a - a s a y a a , - 6. LA PLENITUD DEL AMOR En el corto espacio en el que se forja su camino hacia la santi- dad Edith ya se había familiarizado con el sufrimiento: «Para adquirir una scientia Crucis , es preciso experimentar a fondo la cruz. De esto estuve convencida desde el primer momento y he dicho de corazón: ¡ Ave, Crux, spes unica !» 57 . La plenitud del amor está en la cruz, y ésta marcó su existencia. Su actitud en el Carmelo fue realmente ejemplar: realista, consecuente, silenciosa, responsable, paciente y generosa; asequible a todos... Se aclimató de una forma tan rápida a la clausura que dejó sorprendido al archiabad Rafael. Y eso que no fue fácil a su edad –entrada ya en los cuarenta– ingresar en el Carmelo, y mucho menos hacerlo desde la perspectiva que ofrecía su extraordinaria formación intelectual cuando el ambiente en el que se insertaba era lejano al ofrecido por el aula y la bien equipada biblioteca de la universidad. Si a esto se le añade que debió luchar, por una parte, con una naturaleza poco o nada habi- tuada a las tareas domésticas, que tanta importancia adquieren en la clausura, y, por otra, que fue solicitada por sus superiores para pro- seguir sus trabajos de investigación en medio de esas dificultades, cuando a lo que verdaderamente aspiraba era a vivir intensamente el silencio monacal que se le ofrecía lejos de la tarea intelectual para la que precisaba unas condiciones que no le ofrecía el convento, se comprende el talante recio y disciplinado, generoso y obediente de esta gran mujer 58 . En ningún momento hizo gala ante sus hermanas de clausura de su rigurosa formación y de su talla intelectual, sino que, antes bien, se mantuvo en un plano de discreción ejemplar aceptando humildemente y de forma honesta todas sus debilidades. Dada su determinación a seguir a Cristo hasta las últimas consecuencias en su corta estancia en el convento, encontró tiempo para investigar, escribir, aprender las labores domésticas, sentirse feliz en la humilde misión de portera, atender a sus antiguos colegas universitarios, seguir de cerca la formación de su hermana Rosa, etc. Y todo ello, 57 Cf. T. a MATRE DEI, Edith Stein. En busca de Dios , 255. 58 He examinado con detenimiento estos y otros aspectos de su biografía en I. ORELLANA, “La ‘infancia espiritual’ de Teresa de Lisieux y Edith Stein. Convergencias y Contrastes”, en Monte Carmelo 106 (1998) 571-604.

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