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EDITH STEIN: FILOSOFÍA Y CONTEMPLACIÓN 249 l e e d , l - y , e ] e s e : , í, l a y a , r e e , a s e e s No puedo extenderme en este punto, que no es el tema pro- puesto aquí, pero es interesante subrayar en breve apunte que, según Rielo, el ser humano es quien hace la ciencia, la filosofía, la cultura, la religión, la historia, el arte, la política, la economía, la convivencia, etc. Y lo hace porque tiene capacidad para ello. ¿De dónde le viene esta capacidad? ¿Cuál es la fuerza que le lleva a hacer ciencia, practicar una religión, una ideología o crear cul- tura? Son preguntas que demandan una respuesta. Por eso, antes de hablar de la fe, sostiene este pensador, hay que hablar de la creencia o de las creencias, ya que se confunde entre creencia y fe. Un científico «cree» en sus hipótesis para hacer ciencia; un filósofo cree en su modelo filosófico para forjar un sistema ideológico; una persona normal y corriente cree en sus amigos y, por eso, se fía de ellos con el objeto de comunicarse y convivir. La creencia es una fuerza natural que posee nuestra inteligencia, al igual que ésta posee, además, intuición, razón, sentimientos, afectos, imaginación, intención, etc. La creencia no es distinta de nuestra inteligencia, sino que es una fuerza, un disposicional que posee la misma inteligen- cia ordenando y dando dirección y sentido a todas sus funciones: intuición, razón, sentimientos, etc. Pero da dirección y sentido sacando a nuestra inteligencia de sí misma y comunicándola con algo o alguien distinto de sí misma. Esta comunicación con algo o con alguien, en lo cual creemos todos los seres humanos, no puede ser de cualquier modo, ni tampoco el algo o el alguien es «cualquier algo» o «cualquier alguien». ¿Quién puede ser, entonces, ese alguien? Dios, naturalmente. Esto es lo que constató Edith. Por eso pudo decir: «Mi ser, tal como lo encuentro y como me encuentro en él, es un ser nulo; yo no soy por mí mismo y de mí mismo soy nada, a cada momento estoy entre la nada y en cada momento me tienen que obsequiar con el ser. Y, sin embargo, este ser nulo es ser, y con él toco a cada momento la plenitud del ser» 53 . La realidad, el mundo, todo tiene su sentido en Dios. Lo que tiene la última palabra es el amor de Dios que nos ha creado a su imagen y semejanza, que nos ha per- mitido participar en su propia plenitud. Como Dios es Amor, crea por amor, y se auto entrega por amor. «El perfecto cumplimiento de 53 Cf. T. a MATRE DEI, Edith Stein. En busca de Dios , 215.

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