NG200701008

248 ISABEL ORELLANA queda de la verdad que guía al ser humano la fe es decisiva: «El hombre se encuentra en un camino de búsqueda, humanamente interminable: búsqueda de verdad y búsqueda de una persona de quien fiarse. La fe cristiana le ayuda ofreciéndole la posibilidad concreta de ver realizado el objetivo de esta búsqueda. En efecto, superando el estadio de la simple creencia, la fe cristiana coloca al hombre en ese orden de gracia que le permite participar en el mis- terio de Cristo, en el cual se le ofrece el conocimiento verdadero y coherente de Dios Uno y Trino. Así, en Jesucristo, que es la Verdad, la fe reconoce la llamada última dirigida a la humanidad para que pueda llevar a cabo lo que experimenta como deseo y nostalgia […] Esta verdad, que Dios nos revela en Jesucristo, no está en contraste con las verdades que se alcanzan filosofando. Más bien los dos órdenes de conocimiento conducen a la verdad en su plenitud» 52 . Pues bien, si tenemos en cuenta ahora que en la reflexión de Edith se cumplían escrupulosamente la tres constantes reflexivas: unidad, dirección y sentido últimos ya mencionados en este trabajo, no es casualidad que viese en la fe ese camino hacia la verdad. Así, mientras que la filosofía moderna pretende conocer la verdad en el más amplio sentido, la fe descubre en la filosofía verdades que ella por ningún otro camino podría llegar a conocer. Eso se lo enseñó Tomás. Si a ello se le une que el Aquinate, además de filósofo y teólogo es, sobre todo, un santo, se comprende que la providencia que se derramó sobre Edith le diera tan buen maestro. Ella constató con Santo Tomás que el primer plano es siempre el ser humano, no la ciencia. El ser humano, como también ha dicho Fernando Rielo, es más que todo método y que toda ciencia. No se pueden soslayar hechos tan significativos como la forma que tiene el ser humano de afrontar su vida, con su actitud, su comportamiento, su modo de pensar, de opinar, de asumir toda suerte de situaciones complejas, agradables o dolorosas, porque todo ello se da sobre la base de una visión o concepción del mundo; esto es, de una filosofía que, más allá de las comprobaciones experimentales, demuestre que puede satisfacer las aspiraciones intelectivas, volitivas y unitivas, propias de un ser personal, cuyo espíritu está abierto al absoluto, porque ahí es donde necesitamos llegar. 52 Fides et Ratio, 33-34. s l l ¿ a t c c i c i s a c s a c e c s

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz