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EDITH STEIN: FILOSOFÍA Y CONTEMPLACIÓN 245 - - . s , s - a e a , - a - - a a a s - a a , a todo casi a la vez. Entonces poco podía imaginar que la premura y la necesidad que parecía tener de recuperar el tiempo perdido –adquirió un catecismo y un misal católico, y entró decidida en una iglesia católica para pedir el bautismo al sacerdote tras la santa misa, sorprendiéndole con su conocimiento profundo del catecismo– iba a quedar frenada durante una década, que es lo que tardó en culminar su anhelo de ingresar en el Carmelo; un sueño arrebatado al cielo con su insistente oración. Diez años era mucho aplazamiento para un espíritu enamorado como el suyo, pero no podía compararse con lo que le depararía la eternidad. Fue bautizada el 1 de enero de 1922, de modo que la mujer que dirige esas palabras en su carta a Ruth, la hija que deja atrás a la madre anciana y dolorida, la aspirante a religiosa que caminaba hacia el claustro carmelita estremecida por la postrera separación, la filósofa que abandonaba una carrera brillante y exitosa en los paraninfos universitarios, había tenido tiempo de madurar una decisión que tuvo clara en el instante mismo de su conversión y había comenzado ya a abrazarse a la cruz. «Nuestro actuar entre los demás resultará eficaz y estará ben- decido por Dios sólo si no cedemos ni siquiera un centímetro del terreno seguro de la fe, y seguimos nuestra conciencia sin dejarnos influenciar por el respeto humano» 48 . Esa radicalidad estaría presente en su vida. 5. LA CIENCIA Y LA FE En el tiempo de espera Edith no había abandonado su actividad intelectual, que continúo llevando a buen puerto con gran modestia, como hacía siempre, pese a la magnífica preparación que tenía. Ya no creía en la verdad de la ciencia como algo a lo que debiera entre- gar su vida, si bien estimaba enormemente el valor del trabajo cien- tífico. Habría querido alejarse de la filosofía para abrazarse a la regla carmelita de forma inmediata, pero el vicario general de Espira y el jesuita Padre Przywara, cada uno desde su perspectiva, coincidieron en la importancia de su trabajo intelectual. Fue el segundo motivo 48 Carta 20.3.1934.

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