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EDITH STEIN: FILOSOFÍA Y CONTEMPLACIÓN 243 - e e - l e r , s - e . a - - r a - . a a » - e a - a a e el que la temida «ruptura» hace acto de presencia entre las dos. Fue la madre la que tomó la iniciativa para hablar del tema: «¿Qué es lo que vas a hacer entre las monjas de Colonia?». Tras la sencilla respuesta de Edith: «Vivir con ellas», se desataría la tormenta: «¿Por qué lo has conocido? Yo no pretendo decir nada contra Él. Admito que haya sido un hombre bueno. Pero, ¿por qué se ha hecho Dios?» 40 . Eran los signos externos del inmenso dolor de una madre judía. Edith tuvo que enfrentarse a sus lágrimas. ¡Nunca la había visto llorar! Por eso, el relato del último encuentro con su madre quizás sea la página más conmovedora de toda la aventura terrena de esta santa carmelita, o, al menos, en la que ella manifiesta más sentimiento y emotividad. Algo significativo si se tiene en cuenta que desde niña había aprendido bien la virtud de la contención y que, como después de su muerte relataron sus hermanas de comunidad, la prudencia y su espíritu reservado fueron algunos de los signos externos de su personalidad. Pero en lo tocante a ese momento álgido de la última despedida de su madre fue sobradamente explícita: «Tuve que dar este paso totalmente en la oscuridad de la fe. Durante aquellas semanas pensé muchas veces: ¿quién de las dos se desplomará, mi madre o yo? Pero las dos resistimos hasta el último día» 41 . Fue una lucha entre dos titanes amantes de Dios, cada uno a su manera. Edith nunca tuvo dudas de que estaba llamada al Carmelo: «Solamente Dios puede recibir totalmente el don de sí mismo de un ser humano de tal modo que llene toda su alma sin perder nada de sí. Por esto el don incondicional de sí misma, que es el principio de la vida religiosa, es al mismo tiempo la única realización posible de las aspiraciones de la mujer» 42 . Así de clara tenía su vocación. Eso sí, al encontrarse sola en el tren hacia Colonia, no experimentó grandes alegrías. «Era dema- siado terrible lo que quedaba detrás», pero halló la paz de quienes se han embarcado «en el puerto de la divina voluntad» 43 . Rota de dolor por dentro, conmocionada por las circunstancias penosas en las que se había producido la separación, había supe- rado esa prueba de amor a Dios, aunque su madre, que no perdió 40 Ib ., 172. 41 Ib ., 173. 42 Cf. http://www.ocd.pcn.net/ed_es1.htm . 43 Cf. T. a MATRE DEI, Edith Stein. En busca de Dios , 173-174.
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